La Memoria Serena

Francisco Pérez-Puche

La primera charla con Justo Nieto acordamos que tuviera un tono más formal y académico, en base a un guion establecido. El profesor había anotado los elementos que consideraba más relevantes.

Usted fue rector de la Universitat Politècnica de València entre 1986 y 2004. Un grupo de docentes y gestores de ese periodo están uniendo ahora su esfuerzo en un ejercicio de memoria colectiva. ¿No cree que hay un riesgo de olvido en la vida de las instituciones?

El posible riesgo no es el olvido por pérdida de memoria, sino el olvido por pérdida de personas. Han fallecido en este intenso periodo que usted cita, personas como José María del Valle, Juana Portaceli, Eduardo Primo Yúfera, José Luis Montalvá, José María Ferrero, José Luis Guardiola, Eliseo Gómez-Senent, José Manuel Benet, Vicente Serradell, Roberto García Payá, Enrique Hernández, José María del Rivero, José Martí Dolz, José María Andrés, Vicente Hernández, Agustín Alfaro…
Les recuerdo, entre muchos otros, porque fueron destacados actores de esta historia que se pretende escribir, y porque
sus aportaciones hubieran sido especialmente valiosas. También como homenaje a todos ellos, se debe escribir la historia
de esas seis legislaturas. Sin embargo, poner tiempo y perspectiva, es como incorporar un bálsamo que nos hace más humildes y menos soberbios, con más serenidad y con menos tensión.

Empecemos ese ejercicio de memoria, pues… ¿No le parecen demasiadas seis legislaturas como rector? ¿Es bueno ejercer poder tanto tiempo?

A escasos dos años de haberme incorporado a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la UPV, se crearon algunas escuelas más de ingenieros industriales en España.
Los colegios profesionales creyeron conveniente que los directores de las mismas fueran ingenieros industriales, catedráticos de ingeniería. Yo fui invitado, deseado y cantado en jotas, para hacerme cargo de la Escuela de Zaragoza. Fui y les dije que en pocos días me presentaba a las elecciones de director de la Escuela de Valencia, en la Universidad Politécnica de Valencia. Me eligieron aquí y, lógicamente, no fui a Zaragoza.

Con el rectorado de la UPV, me pasó algo parecido. Se creó la Universidad Politécnica de las Palmas y me pidieron que formara parte de un trío de donde se seleccionaría al futuro rector (comisionado) de dicha Universidad. También aquí fui invitado, deseado y aunque no hubo jotas ni isas, fui y les expliqué lo que, a mi juicio, serían las fortalezas de una universidad entreres continentes, sobre todo, para la formación a la carta, postgrados e iniciativas emprendedoras. También les dije que me había presentado a las elecciones de rector de la UPV y que estas tendrían lugar en unos días. Resulté elegido rector en esta casa, y así comenzó mi primera legislatura.

Pero luego hubo algunas más…

En la segunda y siguientes me hacía tres preguntas previas a las elecciones y si la respuesta era afirmativa me decidía a presentar mi candidatura.

Vamos a recordarlas…

La primera era: “¿Me sigo reconociendo, me ha cambiado el “sillón”?”. Esta pregunta se debía a que tenía muy claro, que mi estado o estatus natural no era ser rector, director de escuela o catedrático; me decía que tenía que estar preparado para volver a guardar cabras si llegaba el caso. Si la respuesta era afirmativa, pasaba a la segunda: “¿Me quedan cosas por hacer o aportar a la UPV?”.

La respuesta era obvia, porque siempre está todo por hacer, hagas lo que hagas, incluso siempre hay más que hacer que había, pues a medida que haces aumentan las posibilidades del hacer. La tercera pregunta era “¿Me querrán?”. Era la más complicada, sobre todo en las dos últimas elecciones, la quinta y sexta legislaturas. Pero también me di una respuesta positiva. Tengo una anécdota relacionada con su cuestión: en la propia universidad había electores que, en los debates electorales, me hacían preguntas como la suya y normalmente respondía algo así: “¿Quiere decir, señor X, que le hubiera impedido a Indurain ser cinco veces campeón del Tour?”.

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