de Vicente Conejero
La Universidad Politécnica de Valencia (UPV) fue muy afortunada por haber contado con él como rector durante el período 1986-2004. Su actitud generosa y valiente siempre abría caminos de posibilidad, sin el encorsetamiento que la burocracia, ya entonces, pretendía imponerle a él y a todos.
Pero la burocracia no pudo con él. En esa lucha contra ella, que ahora se hace más necesaria que nunca, pues está ahogando la creatividad y la productividad y amargando la existencia de todos, fue un adelantado. Es verdad que en ese empeño no estuvo solo; muchos esforzados le acompañaron en su aventura.
Hizo posible que la Universidad pasara de ser un lugar en el que prácticamente sólo se impartían clases con tiza y pizarra (y, por supuesto, con proyector y puntero, aunque los medios y el clima no eran los adecuados) a la espléndida realidad en que se convirtió.
Quisiera insistir, y esto lo dirijo a los más jóvenes, en que las cosas no cayeron ni caen del cielo. No las ha “parido una vaca”, que diríamos en un argot más canalla. Se consiguieron, y se siguen consiguiendo, con el esfuerzo de todos. Es cierto que de todos. Pero sabéis bien que los anhelos legítimos pueden estrellarse contra un muro burocrático, contable, reglamentista, homogeneizador e insensible, que inhibe cualquier intento de cambio.
Nosotros tuvimos la fortuna de encontrar, en el camino, a una persona con criterio, imaginación, coraje, atrevimiento sin insensatez y generosidad, que promovió y lideró el progreso de esta Universidad. Ese es el caso de nuestro rector, cuya inquietud intelectual llegó a transgredir lo que se suponía la esencia intocable, los límites de lo que se consideraba el ámbito científico-tecnológico propio de una universidad politécnica. Como ejemplo de este talante, tenemos el hecho de que se atreviera a propiciar la entrada de Leibniz a nuestra Universidad, de la mano del profesor Agustín Andreu, a quien nunca agradeceremos lo suficiente su magisterio humanista.
Debemos reconocer que esa actitud de generosa apertura por parte de Justo Nieto le permitió encontrar interlocutores en otras instituciones docentes, científicas y empresariales, tanto nacionales como internacionales, que supieron estar a la altura de las circunstancias y que nos acompañaron en su día en el acto de reconocimiento, agradecimiento y cariño que celebramos en su honor el 6 de marzo de 2014 en un restaurante de la Malvarrosa.
Gracias, Justo, por todo, en nombre de todos. Muy especialmente, por haber hecho de nuestra empresa común una aventura estimulante.