colabora Adolfo Plasencia
Historia sintetizada de la génesis y actividades del Aula Atenea de Humanidades de la UPV
A lo largo de la fecunda actividad de pensamiento, creatividad, acción y debate de ideas que se dio en la etapa de Justo Nieto como rector de la Universidad Politécnica de Valencia, se percibía que había en el fondo de su pensamiento algo que le llevaba a considerar que había que compensar, además de otras muchas cosas también necesarias, esa inercia casi típica de las universidades tecnológicas, en las que prima la presencia de múltiples escuelas técnicas, orientadas a formar a personas para resolver problemas concretos inmediatos y urgentes. Inercia que suele obviar, frecuentemente, el enfrentarse también a las complejas cuestiones científicas de largo plazo, como las de la ciencia básica o de las humanidades. Cuestiones más atemporales, para las que los ingenieros están menos entrenados.
Dicha compensación concreta se planeó en aquella etapa. Y por las razones mencionadas anteriormente, se orientó hacia conseguir que, en esas comunidades universitarias, el trabajo investigador y docente se sumergiera también en las grandes cuestiones de la ciencia básica, una de las carencias típicas en España a la que se suele referir frecuentemente el insigne investigador Avelino Corma. Principios de ciencia fundamental —como también él los llama—, pero conectados a los aspectos humanísticos, todo ello relacionado con lo intemporal y con las distancias intelectuales propias de luces largas que también atañen, o deberían incumbir, a cualquier universitario, se trate de profesor, investigador o alumno. Esta conexión puede funcionar como un poderoso motor, aparentemente casi imperceptible, pero con enormes efectos benéficos que pueden enriquecer a las universidades y a su comunidad de investigadores y docentes. Pero no es fácil aprovechar este sofisticado mecanismo que a muchos puede parecer contraintuitivo. Para conseguir aprovechar su potencia hay que tener una verdadera y resolutiva voluntad política liberada de dudas e inercias y también una potente cultura científica, aparte de un impulso asertivo en toda regla. La vertiginosa y cambiante evolución tecnológica reciente no ayuda a ello, por otra parte.
En aquel tiempo del rectorado de Nieto y su día a día, se percibía con claridad —en sus sucesivas breves palabras de los actos institucionales hay pistas de ello— la presencia del impulso de una pasión transformadora de fondo que buscaba promover actividades reequilibradoras del pensamiento globalmente resultante de la propia universidad. Era un modo de pensamiento heterodoxo concebido, casi a contracorriente, como una necesidad por la que había que, si no combatir, al menos moderar la citada inercia a la que Ortega llamaba despiadadamente “la barbarie del especialismo”. Esa búsqueda sutil y paralela perseguía —conviviendo y sin entorpecer la variada e intensa actividad intelectual típica o “normal” de una universidad que estaba en pleno crecimiento— permear y combinar diversidad, excelencia y conocimientos útiles en las vidas, ideas y formas de pensar, influyendo en ellas tanto en los miembros de la comunidad universitaria como en los egresados de la UPV y sus actividades posteriores, como “sello de la casa”. Permearles con la idea, no teórica sino práctica, de que —como señaló Javier Cercas refiriéndose a la vida en el campus de Oxford— la sabiduría no se adquiere encerrándose en la propia especialidad, sino abriéndose a otras, por alejadas que parezcan de ella. Obviamente, el caminar hacia la sabiduría debería ser el marco de todo quehacer e inquietud universitaria bien entendidos.
Pero hay que recordar que entonces no todo el mundo, incluso dentro del estamento universitario, pensaba así. Muchos consideraban que tal concepción no era práctica. Tradicionalmente, hay gente dentro del diverso entorno académico de las universidades públicas que vive confortablemente inmersa en la inercial y endogámica estructura de la burocracia académica subyacente a la hiperespecialización que está ligada (por reglamentos legales vigentes y normas de productividad vinculantes) a la industria anglosajona dominante en la publicación científica internacional. Una parte considerable del mundo técnico, científico y académico se adscribió a este modus operandi ya hace mucho tiempo. Tal vez por ello, aparte de inercias culturales, crear e implantar un núcleo de humanidades de alta excelencia dentro de aquella UPV, el Aula Atenea de Humanidades de la UPV —como luego se la llamó definitivamente—, generó en su momento fundacional soterradas resistencias y críticas. Incluso hubo quien la calificó como algo fuera de lugar en una Universidad Politécnica como la de Valencia. También al mismo tiempo, hay que decirlo, algunos de los más destacados investigadores y académicos de la comunidad universitaria del momento manifestaron su claro entusiasmo por que empezara a rodar en su UPV una iniciativa tan creativa, tan rara pero tan fecunda, tan heterodoxa a la costumbre y tan rompedora. Por eso, aquel impulso de crearla fue un decidido acto de valentía académica y personal del entonces rector. Se trató de un acto casi revolucionario de innovación universitaria, dado el contexto del momento.
Desde el cambio de siglo, Justo Nieto quiso priorizar, desde el inicio de su larga etapa como rector electo, el convertir a la UPV así entendida en un “templo de la sabiduría en acción”, una expresión y concepto reiterados en sus siempre breves, pero contundentes escritos. Para el profesor Nieto, cualquier detalle era importante. En aquella etapa, por ejemplo, encargó el diseño de la simbólica marca, el logotipo y la identidad corporativa bilingüe de la UPV en las dos lenguas oficiales. Los trazos de la “A” del logotipo aún vigente de la institución tienen exactamente la misma inclinación, silueta y perfil que las barracas de la huerta de Alboraya en la que estaba creciendo el campus. Ese detalle, aparentemente nimio, refleja uno de sus pragmáticos principios: el de que la carga simbólica —a la que daba mucha importancia— y las palabras pronunciadas nunca deben ser vacías; siempre han de poseer un significado no solo teórico o simbólico, sino congruente y deben estar conectadas a la realidad de los hechos. Todo debía ser coherente. Por esa razón, se obstinó, por encima de las muchas trabas del momento, en que la idea del Aula humanística de excelencia conectada al ecosistema politécnico no se quedase en un bonito deseo o una sana intención, sino que, según las ideas reiteradas en el fondo de casi todos sus escritos —que en su gran mayoría destilan un evidente sesgo humanístico y filosófico—, pasara a convertirse en algo vivo, en marcha, con la máxima excelencia posible y una urgencia perentoria.

Justo Nieto inaugura el congreso. De izquierda a derecha, Agustín Andreu, Albert Boadella, Javier Quesada, Justo Nieto y Roberto Saumells.
Las actividades del Aula Atenea de Humanidades de la UPV, ubicada no por casualidad en el corazón mismo de la comunidad universitaria y dependiendo directamente del Rectorado, tenían el propósito de enmarcar desde la filosofía de entender y concebir el conocimiento como un todo, impregnando e influenciando el pensamiento de la comunidad universitaria y las acciones de sus miembros. Se buscaba facilitarles una oportunidad cómoda, cercana a su trabajo cotidiano, de acceder a espacios y actividades de reflexión y debate humanístico de muy alta excelencia, para enriquecer tanto su día a día como para inspirar proyectos e iniciativas cuanto más ambiciosos mejor. La propia ambición de la propuesta era promover actuaciones intelectualmente excelentes, propias de un centro universitario del máximo rigor, como ocurre en las mejores instituciones universitarias a nivel internacional, con las que la UPV pretendía y pretende relacionarse, competir y colaborar, además de ser tenida en cuenta por ellas y estar a la altura del prestigio académico internacional propio de la “liga mundial de campeones” universitaria.
El propósito perseguido era facilitar que todo miembro de la comunidad de la UPV, presente y futura, tuviera, si así lo elegía, opciones para que, en su propio campus y desde su día a día cotidiano, pudiera acercarse y dejarse influir positivamente por la sabiduría humanística combinada con la científica, enriqueciendo la innovación de frontera que estuviera llevando a cabo dentro de su propia especialidad. Un ámbito que en la UPV incluye todo tipo de investigación y docencia en inteligencia artificial, informática, múltiples ingenierías, arquitectura y arte, es decir, las disciplinas “naturales” practicadas por los miembros de su comunidad universitaria. Se trataba, en síntesis, de caminar hacia la recombinación de conocimientos especializados y de vanguardia con otros más intemporales, pero al mismo tiempo concibiendo esa combinatoria como un todo, sin dejarse arrastrar por las más cómodas e inerciales tendencias opuestas a ello, hacia las que suele derivar la vida cotidiana del campus con sus múltiples y a veces interesadas demandas.
Esta compleja idea estaba presente no solo en su visión de lo que debía llegar a ser el ideario de la comunidad universitaria, sino también en su sentir anímico, pues, como dijo el profesor Nieto en las palabras previas a la Laudatio de la investidura como doctor “honoris causa” por la UPV del gran matemático Manuel Valdivia: “las cosas, cuando salen del corazón, no fallan”.
Sobre el amor por la sabiduría en todas sus múltiples facetas, que profesaba y profesa Justo Nieto, concebida como se ha expresado anteriormente, no cabe ninguna duda. Sirvan como confirmación de ello otras palabras suyas pronunciadas en otra investidura como “honoris causa” por la UPV, dirigidas a Gianluigi Colalucci, quien dedicó tenazmente más de 12 años de su vida a restaurar, con su sabiduría y con sus manos, los frescos del gran Miguel Ángel Buonarroti, genio del Renacimiento y heredero del gran arte de la Florencia de los Médicis, en la Capilla Sixtina. Nieto le dijo a Colalucci, mirándole directamente a los ojos: “El arte y los artistas han conseguido que el camino recorrido por la humanidad sea más legítimo. Desde hace más de veinte mil años, desde Altamira a Leonardo, desde Miguel Ángel hasta Picasso, las angustias, las contradicciones, la rebeldía de estos gigantes nos han legado un patrimonio que hemos de mimar, pues gracias a él, nos reconocemos permanentemente”. Y lo dijo consciente de la potencia del significado de esos términos y de la altura intelectual de quien le escuchaba en ese momento.
Esta introducción está planteada como una interpretación y una intuición de lo que pudo estar en el origen de la idea. Este testimonio cercano al proceso de creación, y la observación de cómo se materializó y comenzó a funcionar el Aula Atenea de Humanidades en la UPV con la máxima excelencia, intenta describir el talante con que fue concebida y desplegada dicha idea por parte de sus fundadores: Justo Nieto y Agustín Andreu, creadores y generadores de esta iniciativa, así como relatar los asombrosos frutos de su materialización, a los que también, posteriormente, se tuvo oportunidad de asistir.
Todo ello otorga una cierta libertad para interpretar, en una suerte de metaproceso, cómo el profesor Nieto desplegó esta iniciativa junto a Agustín Andreu. Podrían utilizarse las mismas palabras que el profesor Nieto dirigió, cara a cara, a Adolfo Suárez unos momentos antes de su investidura como doctor “honoris causa” en el paraninfo de la UPV. Refiriéndose a sus acciones, Nieto le dijo: “Tuvo Vd. el acierto de usar la autoridad y la tolerancia, la perspectiva de futuro y la visión de lo cotidiano; la juventud y la madurez; la sabiduría y el espíritu de riesgo; el jugar, el dejar jugar y el dar juego. Tuvo el acierto, digo, de usarlos en sus justos términos, en su justa medida. Y aún le quedó talento para introducir un sentido estético y trascendente a sus actos”. Hoy, pasado el tiempo, estas mismas palabras también sirven para describir, en detalle y casi biográficamente, las causas y acciones, así como el estilo del propio profesor Nieto, entonces al frente de la UPV, en su colaboración con Andreu.
Para cerrar el círculo de todas estas causas en un solo trazo, describiendo un Ensō (円相) —como diría el profesor José María Yturralde— e ilustrar a lo que condujeron sus tenaces ideas, unidas, recombinadas y sinergizadas con las del gran humanista Agustín Andreu, y en relación a la materialización del Aula de Humanidades Atenea de la UPV, pueden retomarse unas palabras del propio Justo Nieto dirigidas, como una críptica llamada a las humanidades, al gran José Saramago el día de su investidura en la UPV. Son las mismas palabras que, en un acto de temeridad, se dedican aquí y ahora al propio Justo Nieto: “Vd. representa para nosotros, las manos del trabajador, la capacidad de imaginar y de crear; la humildad y soledad del ermitaño, la ética necesaria, la ética compatible, la ética posible, patrimonio de la cultura cívica y del ejercicio de derechos y deberes”. Una vez más, son palabras de ida y vuelta.
En este Ensō (円相) de la génesis del Aula Atenea, se ilustra, en esta interpretación, el por qué para Justo Nieto, en aquella época ilusionante pero llena de dificultades de principios de siglo y milenio, se volvió una urgencia personal perentoria poner en marcha un Aula de Humanidades en la UPV.
La idea primigenia de la necesidad de impregnar con un fondo humanístico la investigación y la docencia de las numerosas enseñanzas técnicas de la UPV, mayoritarias en el campus, seguía viva, aunque llevarla a término no era fácil. Esto recordaba lo mucho que hay que luchar para conseguir lo que es posible, incluso para Nieto, un auténtico posibilista. Cuando hablaba de lo posible, algo frecuente, venía a la mente aquella paradigmática frase de Leibniz: Omne quod possibile est, id requirit (Todo lo que es posible, exige existir). Y no solo eso; lo posible debía responder a su urgencia interior, por encima de las citadas dificultades y de algunas opiniones encontradas que surgieron en la UPV. La respuesta se orientaba a su conocido criterio del: ¡hay que hacerlo, y ya! Por ello, se considera que convocó a una de las personas más adecuadas, por sus capacidades para dirigir y desplegar esta iniciativa. Era alguien con una conocida sabiduría, pero también con una probada y legendaria capacidad de trabajo: el filósofo y teólogo leibniciano Agustín Andreu, quien, en palabras del escritor, editor y periodista Juan Lagardera, es “uno de los intelectuales más profundos y sabios que ha dado la cultura valenciana”.
Como luego se demostró con hechos, la actividad que Andreu generó y ayudó a alumbrar desde el Aula fue ingente, y su influencia, dos décadas y media después, aún perdura.
Como era de esperar entre quienes le conocían bien, el polímata Andreu se sintió interpelado por la urgente llamada y aceptó de buen grado, con renovado entusiasmo, la propuesta de Justo Nieto, convirtiéndose rápidamente, casi de la noche a la mañana, en el poderoso motor de grandes, poderosas y heterodoxas —en el mejor sentido— iniciativas humanísticas, filosóficas, éticas y estéticas que cambiaron el día a día de aquella agitada UPV. Iniciativas creadoras que, por su trascendencia atemporal y por sus frutos concretos, siguen siendo y serán recordadas como un referente de máxima excelencia para toda la historia presente y futura de la Universidad Politécnica de Valencia.
La actualidad de Leibniz
Las semillas intelectuales de Leibniz, tal como pensaban los siempre ilusionados Andreu y Nieto, siguen dando sus frutos con el paso del tiempo. Aún hoy, veinticinco años después, las aportaciones de las actividades generadas desde el Aula continúan siendo referencia en libros y citándose en nuevos trabajos de investigación y artículos científicos. Aquellos temas siguen vigentes. Sirvan como ejemplo las referencias al congreso “Ciencia, Tecnología y Bien Común. La actualidad de Leibniz”, como llamó visionariamente Andreu al primer Congreso Internacional del Aula, al que acudieron los más prestigiosos especialistas en Leibniz de todo el mundo, desde EE. UU. a Alemania, Israel, Argentina e Italia.
Hoy, aquella Actualidad de Leibniz sigue en plena vigencia. Cualquiera puede consultar a los mejores especialistas en el genio y obra de Leibniz para confirmarlo. Ejemplo de ello es el matemático y filósofo Javier Echeverría, quien acaba de publicar en 2023, actualizada y aumentada, su imponente biografía de Leibniz, titulada “Leibniz, el Archifilósofo”. También, recientemente, de la mano del CSIC, ha coordinado la edición ampliada del libro de Ortega y Gasset, “La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva. Del optimismo en Leibniz”, publicada por el CSIC y la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón. Este texto reafirma que Leibniz, tal como señalaba el título del congreso, sigue siendo de plena actualidad. Fue el formulador de un sistema binario que aún reina en el fondo de la informática moderna y, además, el inventor de múltiples conceptos, desde el cálculo infinitesimal hasta la biblioteconomía.
El emblema central de aquel Congreso leibniziano del Aula de Humanidades de la UPV fue una reproducción de un medallón diseñado por el propio Leibniz, cuyo contenido está relacionado con su vigencia en el mundo global de hoy, más impregnado por lo digital que nunca. Un emblema cuya significativa simbología se quiso destacar en aquel Congreso. Este medallón, creado por Gottfried Wilhelm Leibniz y descrito en 1703 en su Explication de l’Arithmétique Binaire, fue diseñado y fundido en 1705 para hacer más comprensible la noticia de su invención del lenguaje binario. En el diseño circular del medallón aparecen por primera vez en la historia las cuatro operaciones aritméticas básicas y los quince números enteros expresados en sistema binario (solo con ceros y unos). Está coronado por la leyenda: “Nil Praeter Vnum In Omnibvs” (“Nada hay fuera del uno en todas las cosas”), que expresa, en consecuencia, que con el ‘Uno’ y ‘su ausencia’ (el cero) se puede expresar todo. Es decir, la informática que gobierna hoy el mundo global actual se construye esencialmente con estos componentes primigenios que Leibniz anticipó hace casi tres siglos en su medallón, como si se tratara de una visionaria piedra Rosetta de lo digital.
La esencia de la creciente “digitalización del mundo” no se puede comprender sin saber que el sistema numérico binario es el que usan internamente los ordenadores actuales, servidores de internet y todas las máquinas digitales, ya que estos dispositivos funcionan con dos niveles de voltaje, por lo que su sistema de numeración natural es el binario. Cualquier sistema, artefacto o máquina digital es una combinación de dispositivos diseñados para manipular ingentes cantidades de información representada en forma digital, es decir, en binario.
En las entrañas de dichos sistemas, todas las operaciones de cómputo se realizan usando dos únicos números: el uno y el cero, o, en términos de Leibniz, “el uno y su ausencia”. Así que el sistema binario que él inventó ¡hace tres siglos! es clave para el funcionamiento de todos los ordenadores y máquinas digitales actuales. Es una demostración palmaria de que Leibniz tenía razón en el lema de su medallón de 1705. De esa idea tan sencilla hemos llegado a los complejos sistemas informáticos extendidos por todo el planeta, usando siempre ese mismo principio. Parece casi increíble que el genio de Leibniz, hace tres siglos, lo anticipara con esa clarividente frase que seguramente no entendería casi ninguno de sus contemporáneos: “Todo se puede expresar con el uno y su ausencia (el cero)”. El inmenso mundo digital actual demuestra que ocurre tal como él lo expresó. Y, obviamente, Andreu comprendía todo este significado, y por eso eligió destacar la vigencia de Leibniz para el primer congreso del Aula.

Agustín Andreu presenta el Congreso.
Conocimiento e invención
De modo similar, cuando se le preguntó al profesor Andreu, al año siguiente, qué icono gráfico debía emplearse para representar en una sola imagen el siguiente congreso del Aula, que él bautizó como Congreso Cognitio Atque Inventio, respondió sin dudarlo: “¡El Clavileño del Quijote!… el caballo de madera con el que el Ingenioso Hidalgo surcaba, acompañado de Sancho, sus cielos imaginarios”. Y así se hizo. En la pantalla del Paraninfo, la imagen de Clavileño presidió la ceremonia de apertura y permaneció durante todo el congreso entre presentación y presentación. Así, el ‘Clavileño’ del Quijote sirvió de estandarte en el Congreso Conocimiento e Invención a lo largo de tres días.
En la imagen, el Ingenioso Hidalgo y su fiel escudero Sancho surcan a lomos del Clavileño de madera sus cielos imaginarios. Fue el estandarte que Agustín Andreu quiso que presidiera el Paraninfo de la UPV en las sesiones del Congreso Conocimiento e Invención.
De aquellos días, repletos de momentos inolvidables que aún permanecen en la memoria, cabe recordar algunos. Como el de la mesa congresual en la que quiso participar a toda costa el físico cuántico Rolf Tarrach, a la sazón presidente del CSIC en aquel momento, quien incluso “paró las rotativas”, como él mismo expresó. “Nunca tendré en los congresos a los que suelo asistir a alguien como él”, aseguró Tarrach, que no quería perder la oportunidad de participar en la misma mesa del heterodoxo “anticongreso” ideado por Andreu, en el que impartiría su ponencia el genial Javier Mariscal, quien, en una reunión de sabios tan circunspecta y seria a priori, insufló talento a raudales, alta poesía y un afilado y corrosivo sentido del humor.
¿Inyectar humor y sarcasmo en una reunión de científicos y humanistas en medio de tanta ciencia y filosofía? Sin duda, hubo muchas aportaciones memorables, pero aquí, como representación de todas ellas, se destaca la inyección de vitriólico humor que tanto Boadella como Mariscal aportaron, demostrando que un congreso de alta ciencia puede ser, además de interesante, muy divertido. Que me perdonen el resto de los ponentes que con gran mérito y excelencia expusieron las conclusiones de sus trabajos, los cuales aún pueden leerse en las 642 páginas disponibles en la biblioteca de la UPV, pero aquí, por cuestiones de espacio, se hace referencia solo a algunos detalles de participantes muy simbólicos del espíritu del Aula que impregnó aquel Congreso, nada menos que sobre Conocimiento e Invención.
Albert Boadella, un librepensador de los pocos que aún ejercen como tales, concluyó su emocionante lección magistral inaugural, que abrió el Congreso. Su solemne título, “La creación dramática entre el Ágora y el Oráculo”, no auguraba, sino más bien despistaba, que, tras una poderosa lección sobre alta dramaturgia, su disertación concluiría, como efectivamente sucedió, con el inesperado y descacharrante humor de su estrepitoso final. La culminación de su sofisticado y profundo texto terminó con la enumeración de un recurso de uno de los ensayos de su ‘cuadrilla’ Els Joglars, en el que citó la lista de una nota “aparecida anónimamente” en la sala de ensayos y que presenta un aspecto similar al “modo índice” de cualquier voluminoso proyecto técnico, en el que se sintetizan técnicamente sus pasos, algo típico en proyectos científicos o de ingeniería. Pero en este caso, se refería a la invención de un acto de dramaturgia. La nota con la que Boadella concluyó su lección magistral inaugural constituye un remate de alto humor. A continuación, se cita dicha “lista” tal como figura en la ponencia de Boadella, publicada en el libro de actas del congreso:
Decálogo del proyecto (dramatúrgico) colectivo:
• Optimismo general.
• Fase de desorientación.
• II Fase de desorientación.
• Confusión total.
• Periodo de cachondeo imparable.
• Búsqueda implacable de los culpables.
• Castigo ejemplar a los inocentes.
• Sálvese quien pueda.
• Discreta recuperación del optimismo perdido.
• Finalización inexplicable de la obra.
No se harán comentarios innecesarios sobre este subversivo final de la ponencia del maestro y sabio Albert Boadella, que respondía perfectamente al espíritu inventor, pero también burlón, del congreso.
Quien asumió de inmediato ese decálogo y ese humor fue el artista, geómetra y pintor José María Yturralde, también ponente de la sesión inaugural, que comenzó diciendo: “…Yo quería agradecer la luminosa exposición del Sr. Boadella. Y remitiéndome a su decálogo, espero no ser yo el iniciador de la anunciada fase de confusión…”. Más adelante, al inicio de su ponencia, continuó: “…Permítanme para posicionarme, –y, puesto que voy a hablar de cosas semejantes: desearía comenzar expresando lo que entiendo como sentido del orden, del caos, del inicio de las cosas…”. Prosiguió: “Intentaré hablar del espacio. Me pongo, para empezar, bajo la advocación del Clavileño volador, que me ha venido muy bien. Vean este logo. Se lo tengo que agradecer a D. Agustín Andreu, porque voy a tratar de fluir en esa dirección, en ese escenario de lo extenso. Hacia ese espacio, que no es meramente un vacío pasivo, sino que posee fuerzas muy poderosas que lo atraviesan…”.
Por otra parte, la ponencia de Mariscal, tal como imaginaba Tarrach —y por eso solicitó estar presente en ella—, bordeó el surrealismo y fue, directamente, algo genial. Al iniciar su intervención Javier miró a derecha e izquierda y, viéndose acompañado en aquella mesa por científicos, humanistas, matemáticos, filósofos, biólogos y paleontólogos de tan evidente altura, y tras escuchar sus disertaciones, comenzó improvisando unas palabras de inicio de su ponencia. Con un rictus de máxima aparente solemnidad y demostrando haber leído los escritos de los científicos y filósofos que ahora compartían la mesa con él, dijo:
“Yo lo que he estado desarrollando es una teoría muy de percepción y de bioingeniería. Me he también basado en análisis matemáticos con mucho multicriterio y, también, …no sé, he estado trabajando en la línea de la teoría del microcosmos y del macrocosmos, todos juntos, emergiendo de la mecánica cuántica según el profesor Rolf Tarrach Siegel, y también he estado… Bueno, es mi oficio, la investigación interdisciplinar, con diferentes métodos, invención, conceptos, la teoría de Echeverría sobre la tele: Tele5, Tele3… Bueno, matemáticamente hablando, en una inmersión en la literatura fractal, he concebido este hipertexto para debatir el origen de los colores. También tengo… Bueno, yo entré en la ciencia a partir de haber leído lo de Darwin y también lo de John Smith y Servin Williams, Strohen Bachen, el profesor…
Bueno… La Historia de los Colores. Empezamos con toda su evolución y, al final, con su futura eclosión en el día del Apocalipsis según San Juan o el fin del mundo de las civilizaciones. Dicho esto, podemos empezar…”.
Tras esta improvisada y desternillante introducción, Mariscal desplegó su brillante poesía (que, según Andreu, es el lenguaje de mayor alcance) para contar El Mundo a través de los Colores. Por ejemplo, refiriéndose al azul, declamó:
“Me acuerdo de los primeros grises experimentales, los grises calientes como el barro de las ruedas de los motocarros de los barrenderos rumanos. Los grises fríos, …le-ja-nos…, como el vidrio de las botellas de vino blanco barato. …Recuerdo los primeros grises azulados. Eran muy independientes. Evolucionaron por su cuenta, buscaban su espacio… El espacio sideral. …Pri-mi-ti-vos…, …Os-cu-ros, …le-ja-nos, …galácticos. Azul del fondo del universo, azul del espacio sideral, azul marciano, azul mariano, azul de Prusia, azul de Rusia, azul de Bielorrusia, azul de Belerikistán, azul del Pakistán, azul del Oriente Lejano. El azul de los sueños olvidados, azul de pensamientos calculados, el azul del alma. Planeta azul, el color azul que no pesa nada, el azul que vive en las nubes, planeta azul, el color del cielo protector… Era mi primer color puro y, sin darme cuenta, el mundo, todo el mundo se hizo azul. Con el azul aprendí a volar.”
Así, en este sublime lenguaje poético, Mariscal fue desgranando su Historia del mundo a través de los colores. Un aplauso cerrado e intenso de la mayoría del público puesto en pie —cosa inhabitual en una sesión de un congreso científico como este— concluyó su ponencia, a la cual Mariscal respondió con una reverencia. Hubo otros muchos momentos emocionantes. Este congreso fue tan inolvidable para alguien como Tarrach como lo fue para quienes tuvieron la oportunidad de asistir.
También memorable fue la conclusión del matemático y filósofo de la ciencia Javier Echeverría, otro de los ponentes de la misma mesa de Mariscal, Arsuaga, Soria y Tarrach, quien profundizó en la esencia del espíritu de este congreso. En la conclusión de su ponencia, tras explicar en detalle el método del ars inveniendi que Leibniz desarrolló en oposición a Descartes, afirmó: “Los conceptos son muy importantes, tanto los conceptos científicos como los tecnológicos; por lo que disponer, sea de este método u otro, de métodos para el arte de inventar conceptos o de innovar y hacer innovación conceptual es algo a tener presente.” De ello, esencialmente, trataba aquel Congreso sobre Conocimiento e Invención (Cognitio Atque Inventio).
Con el paso del tiempo, se ha reconocido que la etapa del Aula de Humanidades de la UPV fue una época irrepetible e inolvidable, tanto por lo que sucedió en ella como por sus frutos posteriores. Una etapa milagrosa y única, como la realidad posterior se ha encargado de demostrar.
Fue un extraordinario y emocionante privilegio formar parte de ella, pero esta afirmación no se hace desde la nostalgia. Coincidiendo, a pesar de todo, con las palabras del gran pensador romano Ovidio: “que otros alaben los tiempos antiguos; yo me alegro de haber nacido en estos.”

Ramón López de Mántaras, Adolfo Plasencia y José María Yturralde, durante el Congreso
El proyecto del Aula Atenea de Humanidades UPV
Concepto
En la documentación sobre la idea inicial de la iniciativa, el proyecto y su proceso de perfeccionamiento —incluso después de haber comenzado su actividad inicial—, desarrollados conjuntamente por el entonces rector Justo Nieto y el humanista Agustín Andreu, se detallan la definición de la iniciativa, así como los propósitos y objetivos del Aula. En relación con el concepto, el proyecto establece:
“El Aula Atenea de Humanidades UPV es un Instituto interuniversitario cuyo objeto es el planteamiento antropológico en el análisis de los problemas específicos de las diferentes Escuelas, Facultades, Departamentos de la UPV e Institutos de Investigación e I+D, de suerte que aparezca y predomine la unidad del saber y sus fines. Por ello, una de sus concreciones es la Cátedra Leibniz, en cuya metafísica se encontrarán en su verdadero sitio las matemáticas, la física, la biología, la lógica, la tecnología, la jurisprudencia, la teología, etc. Es decir, la enciclopedia del saber científico.”
La fuerza y la ambición de este concepto rápidamente trascendieron, como se verá posteriormente. En la primera etapa del Aula Atenea de Humanidades de la UPV, la implementación de este concepto se materializó en ambiciosas actividades de excelencia humanística. La autoría intelectual de la concepción del proyecto del Aula lleva el sello inconfundible del humanismo de excelencia de Agustín Andreu, enriquecido con la revisión y retoques constantes que Justo Nieto aplicó con entusiasmo. Juntos, formaron un poderoso y complementario tándem intelectual y operativo.
Para mostrar su apoyo personal a la iniciativa, el rector Nieto decidió establecer la sede del Aula cerca de su propio despacho, en la planta baja del Ala Sur del edificio 3D, el mismo edificio del Rectorado, donde entonces también se ubicaban todos los Vicerrectorados de la UPV. De este modo, el edificio 3D del campus de la UPV se convirtió en el epicentro de una ilusionante y ambiciosa etapa de crecimiento de la Universidad Politécnica de Valencia a principios del siglo XXI.
Un objetivo fundamental e implícito en el proyecto era impregnar, de diversas formas, la cultura humanística en las distintas áreas de la UPV. Esto recuerda lo que decía el comandante Spock de la nave Enterprise, el personaje de ciencia ficción interpretado por Leonard Nimoy en Star Trek: “Los ingenieros deben dejarse irradiar por la cultura y las humanidades. Es bueno para su salud y para sus mentes”.
Actividades propuestas en el proyecto del Aula Atenea de Humanidades UPV
La planificación de las acciones a desarrollar por el Aula Atenea se organiza en varias partes, cada una orientada a distintos aspectos de la interacción entre humanidades y ciencia en el ámbito universitario.
I. Seminarios de profesores: ciencia y política como temática inicial
Una de las primeras actividades del Aula Atenea de Humanidades consistió en organizar seminarios dirigidos principalmente a profesores, centrando el tema del primer curso en la relación entre Ciencias y Política. Estos seminarios buscaban promover un diálogo interdisciplinario que abordara los grandes desafíos contemporáneos desde una perspectiva humanística y científica.

Esquema de actividades Aula Atenea de la UPV
Durante los primeros años de funcionamiento del Aula, el humanista Agustín Andreu dirigió e impartió seminarios que se volvieron emblemáticos por su rigor y profundidad. Entre los más destacados, se encuentran el “Seminario sobre la Historia de la Filosofía de Bertrand Russell”, que se desarrolló semanalmente a lo largo de diez meses, y el seminario “Desde Pitágoras hasta el genoma”, de tres meses de duración. Estos encuentros se convirtieron en espacios de aprendizaje y reflexión en los que se discutían temas fundamentales de la filosofía y la ciencia.
El Aula Atenea promovía la inclusión y la igualdad de participación en estos seminarios, aceptando como asistentes tanto a catedráticos y profesores de la UPV como a doctorandos y alumnos de primeros cursos de ingeniería. Además, estos seminarios estaban abiertos a personas externas a la UPV, siempre que compartieran el interés por el conocimiento humanístico y estuvieran dispuestas a ampliar su visión más allá de su campo de especialización.
La participación en estos seminarios era gratuita, y atraía a personas inquietas por aprender sobre humanidades y filosofía, quienes asistían motivadas por el deseo de explorar los grandes temas de nuestro tiempo, en palabras de Ortega y Gasset. La diversidad de los asistentes enriquecía el ambiente de los seminarios, pues todos, sin distinción de su nivel académico o área de conocimiento, se sumaban a las discusiones en igualdad de condiciones, aportando perspectivas variadas que iban más allá de sus carreras o investigaciones.
El ambiente de estos seminarios, caracterizado por un entusiasmo contagioso, era también exigente. Agustín Andreu, con su profundo saber humanístico y filosófico, establecía un tono de rigor intelectual que elevaba el nivel de las discusiones. La vasta erudición de Andreu, junto con su estilo heterodoxo y su enfoque crítico, ofrecía a los participantes una experiencia formativa única, invitándolos a adentrarse en los complejos temas filosóficos y científicos con una mirada abierta y reflexiva.
II. Edición de colecciones de escritos originales
El Aula Atenea de Humanidades impulsó la creación de colecciones de escritos originales que reflejan el pensamiento emergente en los recintos universitarios, especialmente en áreas que, aunque marginales, resultan fundamentales para enriquecer la discusión académica y que, en muchos casos, conectan especialidades diversas. Estas colecciones permitieron a los especialistas expresar ideas y sugerencias derivadas de sus investigaciones, pero con implicaciones que trascendían sus respectivos campos, promoviendo así un diálogo interdisciplinario.
Actualmente, dos colecciones publicadas por el Servicio de Publicaciones de la UPV se encuentran en desarrollo: Letras Humanas y Libnicius Politechnicus.
• Letras Humanas: Esta colección, enmarcada dentro de las actividades del Aula Atenea de Humanidades, se orienta a la reflexión sobre el proceso de humanización y la capacidad comunicativa inherente a las personas. Compuesta hasta ahora por 24 números, la colección abarca distintos temas a través de géneros variados, como la lírica, el cuento, el teatro y el arte, que proporcionan a los autores un marco para explorar y reflexionar sobre la complejidad de la existencia humana.
• Libnicius Politechnicus: Dirigida por Agustín Andreu, esta colección toma como base los textos de Leibniz para ofrecer reflexiones sobre aspectos significativos del pensamiento. Bajo el amparo del Aula Atenea de Humanidades, esta serie de publicaciones destaca por su enfoque en el legado intelectual de Leibniz, conectando sus ideas con cuestiones contemporáneas y promoviendo una visión integradora entre ciencia y humanidades.
Estas colecciones de escritos no solo enriquecen el ámbito académico, sino que también fomentan una mayor apreciación de las humanidades en un entorno tecnológicamente orientado como el de la UPV.
III. El auspicio de la revista de pensamiento “Contrastes”
El Aula Atenea de Humanidades brindó su apoyo a la revista Contrastes, una publicación de pensamiento que, en ese momento, se distribuía mensualmente. Este auspicio tenía como objetivo establecer una colaboración futura en la coedición de contenidos de interés común entre la revista y la UPV, proporcionando un canal adecuado para la difusión de estos contenidos. La intención era ofrecer un espacio donde las humanidades se pudieran vincular con diversas facetas de la ciencia y la tecnología, creando un foro en el que las Escuelas Superiores, Departamentos e Institutos de Investigación de la UPV encontraran una plataforma apropiada para expresar y compartir sus reflexiones.
La colaboración entre el Aula Atenea de la UPV y Contrastes resultó muy fructífera. En aquel momento, la revista estaba dirigida por Norberto Ibáñez y contaba con la participación de destacados colaboradores, como Vicente Forés, profesor de filología inglesa en la Universidad de Valencia. Contrastes se convirtió en un vehículo eficaz para la difusión de los contenidos generados en las actividades del Aula, permitiendo que los temas discutidos en el ámbito de las humanidades se proyectaran en un entorno académico más amplio y alcanzaran una audiencia interesada en la intersección entre humanidades, ciencia y tecnología.
Esta colaboración permitió fortalecer el propósito del Aula de fomentar una visión interdisciplinaria, en la cual las humanidades se integraran como una parte esencial del diálogo académico en un entorno tecnocientífico como el de la UPV.
IV. Organización de congresos
El Aula también promovió la organización de congresos que abordaran temas interdisciplinarios y fomentaran la reflexión conjunta. Entre los congresos realizados, destacan el Congreso “Ciencia, Tecnología y Bien Común: La Actualidad de Leibniz” en 2001, y el Congreso “Conocimiento e Invención / Cognitio Atque Inventio” en 2002. Estos encuentros reunieron a especialistas en diversas áreas, fomentando el diálogo y la exploración de problemáticas comunes a las ciencias y las humanidades.
V. Presentación de libros clave
Otra actividad fue la presentación de libros fundamentales en foros de relevancia para la comunidad científica, asegurando la máxima repercusión de estos materiales entre académicos y estudiantes.
VI. Colaboración con otras entidades y medios de comunicación
Finalmente, el Aula Atenea de Humanidades estableció diversas colaboraciones con entidades de organización y medios de comunicación, enfocadas en la difusión, reflexión y divulgación del pensamiento, la ciencia y la tecnología, y en cómo estas áreas se relacionan entre sí. Este esfuerzo buscaba conectar a la comunidad universitaria y al público general con los grandes temas y avances en estos campos, promoviendo un enfoque interdisciplinario.
Uno de los logros significativos de esta colaboración fue la organización de congresos de alto nivel en el Paraninfo de la UPV, que contaron con la participación de expertos internacionales y lograron establecer a la Universidad como un punto de referencia en el estudio y debate de temas humanísticos y científicos. Destaca, en particular, el Congreso “Ciencia, Tecnología y Bien Común: La Actualidad de Leibniz”, celebrado los días 21, 22 y 23 de marzo de 2001. Aunque la información sobre este evento fue eliminada de los servidores de la UPV en años posteriores, el congreso se consolidó como una referencia internacional para los especialistas en la obra de Leibniz y continúa siendo citado en fuentes académicas, como en la página de la Sociedad Española Leibniz.
El congreso produjo un importante Libro de Actas de 545 páginas, publicado por el Servicio de Publicaciones de la UPV, que aún es una referencia para investigadores y especialistas en Leibniz debido a la calidad de las ponencias y contribuciones. Este volumen, editado por Agustín Andreu, Javier Echeverría y Concha Roldán, reafirma el compromiso de la universidad como centro transformador del saber, explorando la relación entre ciencia, tecnología y ética en el contexto de la obra de Leibniz. La publicación de este libro contribuyó a consolidar el prestigio académico de la UPV y su enfoque interdisciplinario en humanidades y tecnología.
El espíritu de estas colaboraciones y eventos refleja una concepción de la Universidad como un espacio de encuentro para la reflexión conjunta sobre el impacto y las aplicaciones de la ciencia y la tecnología en la sociedad. La figura de Leibniz, convocada en este contexto, resulta especialmente relevante por su profunda conciencia ética y política, que guio sus investigaciones y aplicaciones científicas bajo el ideal del “método de la vida”.
A través de estos congresos y colaboraciones, el Aula Atenea de Humanidades cumplió su misión de difundir el conocimiento y fomentar una visión integradora que conecta las ciencias y las humanidades, fortaleciendo el rol de la UPV como un espacio de intercambio y de compromiso con el saber y la praxis.

Javier Mariscal imparte su ponencia “La historia de los colores”.