colaboran Miguel Jorge Giménez Gadea y Ernesto Fenellós
La creación de la Escola d’Estiu de la UPV: una respuesta a las necesidades de la comunidad
En el verano de 1986, tres estudiantes de la Escuela de Industriales se enfrentaban a los últimos exámenes de julio, en una UPV silenciosa y vacía. En busca de orientación, decidieron acudir al despacho de un profesor. Al llegar, encontraron una escena inusual: el profesor intentaba resolver sus dudas mientras, a su alrededor, sus hijos pequeños jugaban y trataban de encontrar entretenimiento. La escena, aunque entrañable, reflejaba una problemática latente para muchos trabajadores de la universidad. Al tener que acudir a sus puestos en el campus durante julio, enfrentaban la dificultad de no tener un lugar adecuado para que sus hijos pasaran ese tiempo libre de responsabilidades escolares.
Dos de estos estudiantes, voluntarios en grupos juveniles, intuyeron que aquella situación del profesor no sería la única. Era lógico pensar que, como él, otros docentes y trabajadores de la universidad tendrían el mismo dilema al no poder contar con alternativas de cuidado para sus hijos en pleno verano. Surgió así una idea innovadora: organizar actividades recreativas y educativas en el campus para los hijos de la comunidad universitaria durante las mañanas de julio.
Llenos de entusiasmo, presentaron la propuesta al rector de la universidad, Justo Nieto. Nieto, conocido por su visión y receptividad hacia las ideas nuevas, acogió la sugerencia de inmediato y la elevó a un nuevo nivel. Vio en este proyecto no solo una solución para el personal, sino una oportunidad para fortalecer los lazos entre la universidad y sus familias. Con esa visión, encomendó a la vicerrectora Pilar Roig la tarea de coordinar y materializar la idea. Bajo su liderazgo y con el impulso de los estudiantes, nació la primera Escola d’Estiu de la UPV, convirtiéndose en la primera experiencia de este tipo en el ámbito universitario español.

Monitores de la primera Escola d’Estiu
La expansión de la Escola d’Estiu: un vínculo que trascendió generaciones
La Escola d’Estiu, desde sus inicios, supo dar respuesta a una necesidad urgente de conciliación familiar. Sin embargo, sus beneficios pronto alcanzaron dimensiones inesperadas. La iniciativa se consolidó como una herramienta estratégica para atraer a futuros estudiantes y fomentar un sentido de pertenencia a la UPV desde edades tempranas. En una reunión en la que se discutía la captación de nuevos alumnos, Nieto expresó la importancia de que los participantes de la Escola d’Estiu llegaran a sentir que la UPV era su “hogar”, incentivando su elección de la universidad para sus estudios superiores. Esta visión fue respaldada por el gerente José Antonio Pérez y los vicerrectores Fernando Aranda y Antonio Hervás, quienes pusieron en marcha un plan para expandir la Escola d’Estiu.
Gracias a esta visión, en menos de dos décadas, la Escola creció hasta albergar a 2,200 participantes en 2003, constituyéndose en el movimiento de animación sociocultural más grande de España y probablemente de Europa. Los esfuerzos para fortalecer esta conexión incluyeron iniciativas como visitas a colegios e institutos, así como el desarrollo de actividades científicas adaptadas a los niños, entre las que destacó la experiencia “experimenta.com”. Estas iniciativas no solo promovieron el aprendizaje, sino que despertaron en los niños una curiosidad científica, convirtiéndose en base para proyectos que hoy en día se han consolidado como servicios permanentes de la universidad.
La importancia de las firmas: un reconocimiento personalizado
Cada verano, los niños y jóvenes que asistían a la Escola d’Estiu recibían un diploma que conmemoraba su participación. A pesar de que la digitalización de las firmas podría haber facilitado el proceso, Nieto insistió en que cada diploma fuera firmado a mano. Para él, ese gesto representaba un reconocimiento personal y cercano a cada niño, un valor que merecía la dedicación y el esfuerzo de firmar miles de diplomas cada año. Bajo esta premisa, durante sus años de rectorado, tanto él como el director de la Escola d’Estiu firmaron cada diploma de puño y letra. Así, los participantes llevaban a casa un recuerdo que reflejaba la cercanía y el compromiso de la universidad con cada uno de ellos, otorgando un valor único a su experiencia en la Escola.

Ernesto Fenellós, coordinador de la Escola d’Estiu recibe un diploma de Justo Nieto ante la atenta mirada de Pilar Roig.
La paella, las bicicletas y la sorpresa del rector
La Escola d’Estiu fue escenario de momentos inolvidables, que contribuyeron a su atmósfera festiva y a su espíritu inclusivo. Una tradición importante era la inauguración oficial del curso de verano, realizada por el rector ante todos los participantes el primer día, y su correspondiente acto de clausura. En una de esas inauguraciones, Nieto, siempre atento a las preferencias de los más pequeños, preguntó a uno de los niños cuál era su comida favorita. Al responder el niño que era la paella, Nieto sorprendió a todos prometiendo que en la clausura de ese año habría una gran paella para todos. Sin otra opción que cumplir su palabra, el equipo de la Escola organizó una macropaella en los jardines del campus, un evento que se transformó en una grata sorpresa y un momento inolvidable para los niños y sus familias.
En otra ocasión, durante el discurso inaugural, Nieto anunció el sorteo de bicicletas y otros regalos entre aquellos niños que hubieran disfrutado al máximo de la experiencia. A pesar de que esta promesa fue inesperada incluso para el equipo organizador, se realizó el sorteo al finalizar el curso, incluyendo no solo las bicicletas, sino también doce viajes a Disneyland París. Los niños ganadores, acompañados por monitores de la Escola, vivieron esta mágica experiencia en un fin de semana de enero, una muestra más del compromiso de la universidad por crear recuerdos significativos para sus jóvenes visitantes.
La creación de un legado duradero
y una comunidad unida
El crecimiento de la Escola d’Estiu bajo el liderazgo de Nieto sentó las bases para una iniciativa sólida y duradera. El programa se expandió más allá del verano, incluyendo la “Escola a la Neu” durante el invierno y la “PascuAcampada” en Semana Santa, actividades que respondían al mismo objetivo de ofrecer un espacio educativo y recreativo para los hijos de la comunidad universitaria durante el año. Además, se introdujo el Aula de la Ciencia, que permitió a los niños explorar sus intereses científicos en un ambiente estimulante, fomentando la curiosidad y el aprendizaje continuo.
En su compromiso por ofrecer un programa de calidad, se implementó también una sección de formación de monitores. Estudiantes de la UPV se formaban en pedagogía y animación sociocultural, recibiendo las titulaciones necesarias para desempeñar roles de liderazgo dentro de la Escola. Esta iniciativa no solo aportó personal capacitado, sino que contribuyó a formar universitarios comprometidos con su desarrollo personal y profesional.
Innovación y creatividad: una filosofía que transformó la UPV
La visión de Nieto permitió que la Escola d’Estiu se convirtiera en un símbolo de creatividad y de apertura en la UPV. Actividades inesperadas y originales se llevaron a cabo en el campus, transformando la universidad en un espacio de aventura y fantasía para los más pequeños. Durante esos veranos, la UPV fue escenario de un circo, un campamento de moros y cristianos, e incluso de un imponente barco pirata de veinte metros de eslora. La dedicación y la inventiva del equipo organizador hicieron posible cada una de estas iniciativas, generando recuerdos imborrables para los participantes y sus familias.
El espíritu innovador de la Escola d’Estiu y su éxito resonaron profundamente en la comunidad universitaria y en la ciudad de Valencia. La iniciativa representaba algo más que una serie de actividades de verano: era una manifestación tangible de los valores de la UPV, que valoraba la educación, la creatividad y el compromiso social, y supo trasladarlos a un programa único en su tipo en toda España.
Conclusión: la Escola d’Estiu, un pilar de la UPV
La Escola d’Estiu de la UPV no solo brindó una solución de conciliación para las familias del campus, sino que creó un espacio de aprendizaje y pertenencia para generaciones de niños y jóvenes. Bajo la dirección de Justo Nieto y sus sucesores, la Escola se consolidó como un proyecto emblemático de la UPV, testimonio del poder de la educación y la creatividad para transformar vidas. A través de su crecimiento y diversificación, este programa reflejó el compromiso de la UPV con la comunidad y su visión de futuro, dejando una huella indeleble en la historia de la universidad.

Justo Nieto entrega un diploma con Vicente Caballer al fondo