colaboran Pepe Galindo, José María Yturralde, Pilar Roig, Carlos Plasencia, Amparo Carbonell y Manuel Lecuona
El cambio necesario
colabora Pepe Galindo
Los textos que a continuación les presentamos son el resultado de un “encargo-propósito”: relatar la historia de cómo se ha ido configurando la actual Facultad de Bellas Artes de San Carlos desde sus inicios, destacando especialmente el período que abarca desde 1986 hasta 2004. El papel que desempeñó Justo Nieto en la integración de las bellas artes en nuestra universidad fue determinante; un verdadero artífice, que diría Baltasar Gracián, como manifiestan todos los que trabajaron y compartieron inquietudes con él.
Sin duda, quienes mejor pueden contar esta historia son aquellos que la vivieron en primera persona y que, literalmente, también la construyeron. José María Yturralde, Pilar Roig, Carlos Plasencia, Amparo Carbonell y Manuel Lecuona eran entonces los profesores más jóvenes de la Facultad, la savia nueva, cargados de ilusión y dispuestos a acometer y hacer suyos los profundos cambios que se avecinaban. La Facultad de Bellas Artes iba a ser una escuela más de la UPV —todo un espaldarazo para nuestra comunidad—; había que cambiar los anticuados planes de estudio por una docencia nueva, más racional y productiva, sin olvidar del todo nuestra querida tradición, que permitiría entroncar el pasado con el presente, y también con el futuro. El profesorado debía adaptarse a las exigencias de excelencia propias de la universidad; había que ofrecer una visión y construcción moderna del arte a una sociedad tan cambiante como exigente; en definitiva, había que cambiar toda la Facultad desde sus mismos cimientos, y la obra se llevó a cabo.
Precisamente, en 2004, en la novena edición de la medalla de San Carlos, esta le fue concedida a Justo Nieto, quien dejaba su cargo como rector de la Universitat Politècnica de València tras 18 años de ejercicio continuado. Las medallas de San Carlos reconocen anualmente a instituciones y personalidades de constatada trayectoria comprometidas con la producción, promoción y difusión de la cultura y el arte en la Comunidad Valenciana. Este ceremonial se celebra con motivo de la festividad del patrón de la Facultad, un acto o una sana costumbre instaurada en 1996 por el entonces decano Joan Llaveria i Arasa. Desde aquel año han transcurrido veinticinco ediciones, en las que se ha puesto en valor a muchas personas y entidades estrechamente relacionadas con nuestro ámbito. Por citar algunos ejemplos, desde el IVAM—Instituto Valenciano de Arte Moderno—, en 1997, hasta el pintor Juan Genovés, en 2019. En el caso de Justo Nieto, los motivos para la concesión de la medalla fueron más que evidentes.
Entre estos 25 años de medallas de San Carlos, cabe destacar la otorgada en 2007 al programa Erasmus. La Facultad fue pionera en este programa de vocación internacional que se expandió gracias a figuras como Miquel Guillem, Chipi Garrido o Blanca Rosa Pastor. Con el paso del tiempo, la Facultad de Bellas Artes de San Carlos se ha consolidado como uno de los centros de referencia en el contexto europeo.
Los textos que siguen representan la esencia de la Facultad. Estos textos, de algún modo, se complementan, ofreciendo una perspectiva integral de lo acontecido en aquellos tiempos.
Justo Nieto: el gran rector
colabora Jose María Yturralde
Justo Nieto fue un rector destacado cuya extensa y efectiva gestión al frente de la UPV dejó una huella profunda. Su figura se percibió de manera cercana por parte del personal de la universidad, al facilitar múltiples interacciones tanto en el ámbito académico como en el humano. José M.ª Yturralde tuvo la oportunidad de coincidir con él en diversas facetas: como profesor, como director del Departamento de Pintura de la Facultad de Bellas Artes durante cuatro años, y también como amigo. Desde esta perspectiva, Yturralde desea destacar aspectos emotivos y personales como reconocimiento a la notable personalidad de Nieto, más allá de su labor académica.
El carácter acogedor, humano, generoso y dialogante de Justo Nieto fue ampliamente valorado, ya que no solo facilitaba la gestión de los asuntos académicos, sino también la realización de aquellos sueños que contribuían a construir un futuro mejor. Se destacó como un hombre sencillo, culto y absolutamente alejado de la arrogancia, cualidades que fomentaban el diálogo y promovían iniciativas orientadas al progreso de la Universidad. Durante su rectorado, dedicó especial atención y apoyo a la Facultad de Bellas Artes, potenciándola en momentos de transición complejos, como el paso de escuela superior en 1978 a facultad plenamente integrada en la Universidad. Esta integración permitió cumplir el anhelo de unificar arte, ciencia y tecnología, una aspiración compartida por muchos, materializada gracias al rector Nieto.
La Facultad de Bellas Artes tenía sus raíces en una tradición más artesanal, con un sistema didáctico de corte dieciochesco. Esta situación exigía al profesorado adaptarse a las nuevas condiciones y desafíos que implicaba su integración en el entorno universitario. Este proceso no fue sencillo, pero contó con el apoyo y la comprensión de figuras clave como los rectores Saturnino de la Plaza y Vicente Carot, así como del catedrático Vicente Conejero, quienes respaldaron firmemente la incorporación de la facultad a la UPV. Este período inicial de ajustes, especialmente complejo para el colectivo de Bellas Artes, se consolidó durante el rectorado de Justo Nieto. Desde su nombramiento en 1986, Nieto brindó un apoyo constante a la facultad, al cuerpo docente y a iniciativas innovadoras, como el Laboratorio Experimental de Luz y Color. Además, promovió viajes internacionales para establecer vínculos, participar en congresos e impartir cursos en prestigiosas instituciones de países como Alemania, Estados Unidos y México, oportunidades que beneficiaron a diversos profesores, incluido José M.ª Yturralde. Durante su gestión, también se materializó la construcción del edificio que actualmente alberga la Facultad de Bellas Artes, diseñado para recibir a una comunidad de aproximadamente 2.500 estudiantes.
La especial sensibilidad de Justo Nieto hacia el arte facilitó una rápida modernización de los sistemas docentes de la Facultad de Bellas Artes. Siempre mostró una disposición abierta y natural hacia las propuestas más innovadoras que se le presentaban. Comprendió plenamente que el arte podía complementar y enriquecer los aspectos humanísticos esenciales para lograr una formación integral del conocimiento en la UPV, con un impacto positivo tanto en la universidad como en la sociedad. Con esta visión, se adelantó a muchas universidades tecnocientíficas al incorporar a destacados académicos como el profesor de filosofía D. Agustín Andreu, quien ofrecía clases de su especialidad a profesores y estudiantes interesados. Además, promovió el desarrollo de la valiosa colección de arte contemporáneo, que incluye pintura y escultura, y que actualmente es parte del patrimonio cultural de la UPV y su campus. Asimismo, impulsó eventos culturales en colaboración con Bellas Artes, en los que participaron artistas y científicos de renombre internacional.
Las conversaciones con Justo Nieto a menudo giraban en torno a temas como la evolución de las enseñanzas en Bellas Artes, la integración de nuevas tecnologías, la incorporación de disciplinas innovadoras, y el papel de los jóvenes egresados en la sociedad. Una de sus frases carismáticas fue: “Más vale un mal universitario que un no universitario”, una idea que sigue invitando a la reflexión.
Estos detalles reflejan solo una parte de la inmensa contribución de Justo Nieto para transformar la Facultad de Bellas Artes. Desde su integración en la UPV a finales de los años 70, aquella antigua escuela evolucionó hasta convertirse en la facultad que hoy es reconocida como una de las mejores y más avanzadas del país.
La transformación y consolidación de Bellas Artes en la UPV bajo el rectorado de Justo Nieto
colabora Pilar Roig
En 1986 se llevaron a cabo las elecciones para el cargo de rector de la Universitat Politècnica de València (UPV), resultando elegido Justo Nieto Nieto. Por primera vez en la historia de esta universidad, una profesora de la Facultad de Bellas Artes formó parte del equipo rectoral, ocupando el cargo de vicerrectora de Extensión e Imagen Universitaria.
Esta profesora, siendo la única mujer en el equipo, también se unió a la Junta de Gobierno, al Claustro y al Consejo Social. Además, fue elegida como única representante de la Facultad de Bellas Artes en la Comisión de Promoción del Profesorado, la Comisión de Investigación, la Comisión de Cultura y Deportes, la Comisión de Becas, entre otras, que estaban compuestas por profesorado de la Escuela de Agrónomos, Caminos, la Facultad de Informática y la Escuela de Arquitectura.
De esta manera, la presencia de la Facultad de Bellas Artes fue abriendo camino y ganando visibilidad en todos los campos del conocimiento. Gracias a la sensibilidad y el buen hacer de los diferentes equipos rectorales durante el periodo 1986-2004 bajo la dirección de Justo Nieto, se resaltó la creatividad y el buen hacer de la Facultad, unificando por primera vez el arte, la técnica, la ciencia y las nuevas tecnologías.
Así, la Facultad de Bellas Artes ha sido reconocida como la mejor de España, siendo además la única facultad que forma parte de una universidad politécnica.
Por otro lado, durante el primer mandato de Justo Nieto se construyó una piscina y se fomentó el deporte de élite. Se creó la primera Escola d’Estiu, que todavía está en vigor y con gran éxito en la actualidad.
Se estableció el Campus en Tercera Dimensión con las primeras esculturas de Esteve Edo, Nassio Bayarri, Jorge Oteiza y Pablo Serrano. Estas esculturas han seguido creciendo, convirtiendo el Campus de Vera en un museo al aire libre.
Se organizó la primera Universidad de Verano en Villa Elisa en Benicásim (Castellón), junto con diversas exposiciones, conciertos y jornadas.
Hasta 1990, la Facultad de Bellas Artes contaba con tres departamentos: Pintura, Escultura y Dibujo. En 1990, gracias a la firme voluntad y visión de futuro de Justo Nieto y su equipo, se creó el primer y único Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales en todo el territorio nacional, y sigue siendo así hasta la fecha. Este departamento se puso en marcha desde cero, con un equipo entusiasta de profesores y alumnos no solo de la Facultad, sino también de otros departamentos afines de la UPV.
Se logró un gran proyecto, la restauración integral de la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, que sentó las bases del actual Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio. Este instituto fue creado con un claro enfoque pluridisciplinario, contando con la participación de arquitectos, ingenieros, biólogos, químicos, historiadores, geólogos, entre otros. En diciembre de 1999, se aprobó en el Consejo de Gobierno su establecimiento en la Ciudad Politécnica de la Innovación.
Además, se llevó a cabo una transformación en el plan de estudios de la Facultad, pasando de tener una única asignatura de restauración de tres horas semanales a una especialidad completa y homologada por otras facultades como las de Madrid, Barcelona y Sevilla. Esta especialidad se impartió en la Licenciatura en Bellas Artes de la UPV.
Tras el éxito obtenido en la restauración integral de la basílica, se incorporaron al Instituto de Restauración del Patrimonio (IRP) más de 100 investigadores de diferentes disciplinas.
El siguiente gran proyecto realizado se remonta también a 1990 y fue desarrollado en la Real Parroquia de los Santos Juanes de Valencia. Comenzó con la concesión por parte de la UPV de un proyecto precompetitivo de investigación, gracias al apoyo del CTT dirigido por Ignacio Fernández de Lucio.
Un año después y durante nueve años consecutivos, se recibió un importante apoyo económico por parte de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología, otorgando tres proyectos competitivos de I+D+I para investigar las nuevas tecnologías a aplicar en la bóveda de Antonio Palomino de la parroquia de los Santos Juanes. Gracias a ello, en la actualidad, con la financiación de la Fundación Hortensia Herrero, se está llevando a cabo su total recuperación. Cabe destacar el gran apoyo económico brindado en la restauración de la iglesia de San Nicolás de Valencia, lo cual nos ha otorgado mucho prestigio internacional.

Justo Nieto firma en el libro de oro de la iglesia de San Nicolás bajo la atenta mirada de Pilar Roig y tras la exitosa restauración integral de la iglesia, hoy conocida como “la Capilla Sixtina valenciana”.
En 1990, también se celebró un Congreso Internacional de Restauración en la UPV, organizado por el Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, al cual asistieron más de 1000 congresistas. Este evento contribuyó a que nuestra labor fuera reconocida más allá de nuestras fronteras.
En 1995, se llevó a cabo el solemne Acto de Apertura del Curso Académico con la investidura como doctor “honoris causa” del jefe de los Museos Vaticanos y restaurador de la Capilla Sixtina, el Dr. Gianluigi Colalucci. Dicho acto marcó un hito en nuestra trayectoria profesional.
Por último, pero no menos importante, cabe destacar otro gran acontecimiento del cual nos sentimos muy orgullosos. En el Acto de Apertura del Curso Académico 2000-2001, tuvo lugar la investidura como doctor “honoris causa” de nuestro queridísimo Premio Cervantes, el insigne poeta Francisco Brines.

Gianluigi Colalucci canta “O sole mio” durante la comida posterior a la investidura de aquel como doctor “honoris causa”.
Reflexiones personales en torno a una etapa trascendente en los estudios universitarios de bellas artes 1986-2004
colabora Carlos Plasencia
El 12 de mayo de 1978 se publicó en el BOE el Real Decreto del 14 de abril, mediante el cual las Escuelas de Bellas Artes de Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia pasaban a integrarse como facultades en sus respectivas universidades. Este hito representó la culminación de un objetivo largamente anhelado por diversos sectores y marcó el inicio de un complejo y azaroso proceso de transición, difícil tanto para quienes tenían responsabilidades directas en las decisiones a tomar como para aquellos que, sin estar directamente implicados, se encontraban profundamente interesados en su desarrollo.
Ese mismo curso, Carlos Plasencia, recién finalizada su formación, comenzó su labor como profesor auxiliar en la Escuela de San Carlos. En este contexto, colaboraba y ocasionalmente sustituía al catedrático D. Santiago Rodríguez, director de la escuela en ese momento. La confianza depositada por el catedrático permitió a Plasencia observar de cerca tanto los acontecimientos que se sucedían como las gestiones realizadas y los factores que las motivaban.
El entusiasmo de aquel momento solo puede entenderse dentro del contexto cultural, social y político en el que se desarrolló. En aquellos años, se vivían los últimos vestigios de una época pasada, y el fervor por los cambios que se consideraban inevitables era palpable. Además, se presentaba una oportunidad única para transformar la cultura tradicional en una más acorde con los estándares europeos y modernos.
La incorporación de la Escuela de Bellas Artes de Valencia a la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) fue percibida como un logro significativo. Aunque algunos consideraban que la Universidad Literaria ofrecía un entorno académico más adecuado, la UPV representaba para muchos un espacio idóneo para materializar las ideas renovadoras que motivaban a diversos sectores. Su juventud, la imagen dinámica que proyectaba y el prestigio que había logrado en su breve trayectoria eran factores que prometían un mayor éxito en la implementación de los cambios deseados.
La transición hacia la integración de la Escuela de Bellas Artes en la UPV fue un proceso complejo y plagado de tensiones, a pesar de la lógica que algunas de las decisiones podían tener en su contexto. Este proceso estuvo marcado por múltiples desafíos, como la adaptación del profesorado al nuevo marco universitario, las crecientes necesidades docentes derivadas del aumento constante de estudiantes, quienes, gracias a su nueva condición de universitarios, accedían a estos estudios con mayor interés. Asimismo, las particularidades de la formación artística y las dificultades para adaptar ciertas prácticas a los estándares académicos de la Politécnica añadieron complejidad al proceso.
Los rectores de la época, Saturnino de la Plaza, quien desempeñó un papel destacado, y posteriormente Vicente Carot, supieron gestionar estas circunstancias con paciencia y eficacia, sentando las bases para la consolidación de este importante cambio.
A mediados de la década de 1980, y con una situación cada vez más normalizada, la Facultad de Bellas Artes centró sus esfuerzos en consolidar un nivel de credibilidad que facilitara la culminación exitosa de su integración universitaria. En abril de 1986, Justo Nieto fue elegido rector de la UPV, y su rectorado desempeñó un papel crucial en la consecución de este objetivo. Su sensibilidad hacia los asuntos relacionados con Bellas Artes, manifestada desde el inicio de su mandato, y la incorporación de miembros de esta área a su equipo de trabajo, marcaron una diferencia significativa.
Ese mismo año, Carlos Plasencia inició su trayectoria en la gestión universitaria como parte del equipo de dirección de la Facultad, liderado por el profesor D. Francisco Baños como decano. Este breve periodo representó un punto de inflexión, ya que, a partir de entonces, los profesores ajenos a la antigua Escuela comenzaron a asumir, de manera democrática, el compromiso de participar en la gestión y gobierno de la Facultad.
En 1993, Carlos Plasencia fue elegido director del Departamento de Dibujo, cargo que ocupó hasta 2004, año en que Justo Nieto dejó el rectorado de la UPV para asumir el puesto de Conseller de Empresa, Universidad y Ciencia. Desde esta responsabilidad, Plasencia pudo aportar una visión fundamentada que respalda las reflexiones incluidas en este texto.
Entre las políticas destacadas de aquel periodo, sobresale la dimensión internacional que alcanzó la UPV durante el rectorado de Justo Nieto. Aunque los programas Sócrates-Erasmus de la Unión Europea, iniciados a finales de los años ochenta, ya habían promovido la cooperación entre instituciones de educación superior y desencadenado un proceso de internacionalización, fue durante este rectorado cuando dicha estrategia se amplió e intensificó. Se impulsaron intercambios y proyectos de cooperación, con especial énfasis en Iberoamérica. En línea con esta política, los departamentos establecieron colaboraciones con centros homólogos en el extranjero, orientadas al desarrollo de actividades docentes, investigadoras y de extensión. Estas iniciativas, con el tiempo, se convirtieron en referencias históricas clave para comprender la evolución de los departamentos como órganos universitarios.

Terenci Moix, Montserrat Caballé y Carlos Plasencia en la apertura de curso 1999-2000 e investidura de doctor “honoris causa” de la Caballé.
El Departamento de Dibujo, por ejemplo, encontró en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos una oportunidad única para adentrarse en el ámbito de los dibujos animados, gracias a la colaboración con sus artistas. Este punto de partida permitió, años más tarde, la creación de una sección departamental en la UPV que se ha consolidado como un referente nacional en este campo.
De manera similar, se llevaron a cabo intercambios de actividades con la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM (actual Facultad de Artes y Diseño), así como programas de colaboración académica con la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Santiago. Estos proyectos, entre otros muchos, proporcionaron experiencias valiosas y resultados significativos que marcaron el desarrollo del Departamento y de la Facultad en su conjunto.
Las dinámicas generadas por estos intercambios y la cultura universitaria desarrollada en ese periodo contribuyeron a que la UPV comenzara a adoptar características propias de gran relevancia, estimulando un notable incremento en la actividad académica. En este contexto, destacó el liderazgo de Justo Nieto, quien mantuvo una conexión humana cercana con la comunidad universitaria y mostró una constante disposición para abordar los asuntos que llegaban a su despacho, especialmente cuando se trataba de proyectos o ideas innovadoras.
Cualquier iniciativa presentada en su ámbito de competencia encontraba en él un respaldo decidido desde su origen, siempre que beneficiara a la universidad y no implicara costes excesivos. Justo Nieto fue un rector apasionado por los desafíos y no solo impulsó sus propios objetivos, sino que también se implicó directamente en otras propuestas cuyo éxito estuviera al alcance de sus capacidades de gestión.
El concepto de universidad moderna promovido por Justo Nieto terminó siendo adoptado como propio por gran parte de la comunidad universitaria. Carlos Plasencia tuvo la oportunidad de apreciar su relevancia durante los trabajos de elaboración y redacción de los Estatutos de la UPV en el contexto de la LOU, entre los años 2002 y 2003. Hace dos décadas, lo que hoy podría considerarse una obviedad representaba un manifiesto fundacional que marcaba un punto de inflexión en las instituciones de educación superior: declarar como principio fundamental el servicio a la sociedad, el compromiso de rendir cuentas, la identificación inequívoca de los valores fundamentales de la universidad con los consagrados en la Constitución, la formación integral de los alumnos con miras a dignificar su inserción social, el respeto a la diversidad y la pluralidad de pensamiento, así como la contribución solidaria para reducir desequilibrios sociales.
Durante los debates en torno a estos estatutos, existía un consenso sobre la importancia de destacar las características distintivas de la UPV ante la sociedad. Uno de estos rasgos aparece en el artículo dos, que incluye como uno de los fines de la universidad la transmisión y crítica del arte y la cultura.
La integración de la Facultad de Bellas Artes en la UPV ha contribuido significativamente a su prestigio. Que una universidad tecnológica albergara estudios de artes plásticas, algo que inicialmente sorprendió a muchos hace cuarenta años, ha resultado ser un factor determinante en el desarrollo de la Facultad.
Más allá de los esfuerzos realizados y de la credibilidad ganada a lo largo de los años, la Facultad de Bellas Artes ha desempeñado un papel destacado en numerosos acontecimientos y ha participado en momentos clave de la historia compartida entre ambas instituciones, consolidando su posición dentro del ámbito universitario.
Pretérito imperfecto
colabora Amparo Carbonell
Resumir los inicios de la Facultad de Bellas Artes en solo dos páginas resulta complicado. Amparo Carbonell comparte un relato de lo sucedido, basándose en sus recuerdos, reconociendo que otros podrían recordarlo de forma diferente.
Por aquel entonces, Carbonell acababa de terminar la carrera. La mayoría de sus compañeros en las asignaturas comunes (ella cursaba la especialidad de Escultura, que contaba únicamente con tres alumnos en su curso, frente a los 32 de la especialidad de Pintura) planeaban preparar oposiciones para enseñanzas medias. Durante el último año académico (1978/79), se había casado y decidido establecerse en Valencia.
Carbonell acudió a la recién inaugurada Facultad —para ella, siempre la Escuela de Bellas Artes—, aún ubicada en el Centro del Carmen, con el propósito de matricularse en la tesina de licenciatura. Al revisar el tablón de anuncios, encontró convocatorias para profesores de Escultura. La conversión de la Escuela en Facultad había provocado un aumento significativo en el número de alumnos matriculados, generando una necesidad urgente de contratar nuevo profesorado. Carbonell tomó nota de las convocatorias con entusiasmo y se presentó.

En la inauguración de una exposición. En la foto, Pilar Roig, Francisco Baños y Justo Nieto
Así comenzó todo.
En la primera convocatoria pública de profesorado, fueron seleccionados Sebastiá Miralles, Julián Abril y Amparo Carbonell. Era el inicio de la década de 1980. Aunque Carbonell no conocía a sus nuevos compañeros, pronto se estableció entre ellos una colaboración estrecha y una amistad duradera.
Se incorporaron a un claustro de profesores con la responsabilidad de dar forma a lo que más tarde sería reconocida como una de las mejores facultades de Bellas Artes de Europa.
El grupo de profesores del área de Escultura incluía a Don José Esteve Edo, Don Manuel Silvestre de Edeta, José Domenech “Ciriaco”, Ramón de Soto, Nassio Bayarri, José Díes Caballero (Diesco) y Alfonso Pérez Plaza.
Es relevante destacar que, durante los años en los que Amparo Carbonell cursaba sus estudios, la única mujer en el profesorado era Doña Rosario (Rosario García), catedrática de la asignatura de Pedagogía del Dibujo. En los últimos cursos, se incorporaron al Departamento de Dibujo Ángeles Marco, como ayudante de Arcas Brauner en Dibujo del Natural en 2.º curso, y Carmen Lloret, como ayudante de Don Víctor Gimeno en Dibujo del Movimiento en 5.º curso.
Actualmente, la proporción de mujeres y hombres en el profesorado es prácticamente paritaria. En el Departamento de Escultura, desde hace tiempo, la mayoría del personal docente está compuesto por mujeres, y muchas de las direcciones de departamento también han estado lideradas por ellas.
Retomando el hilo, el principal impulsor de la nueva organización en el área de Escultura fue Ramón de Soto, acompañado por un entusiasta grupo de jóvenes. Se celebraban reuniones constantes en las que se compartían ideas sobre cómo debía estructurarse el Departamento de Escultura en la recién creada facultad y cómo llevar a cabo su implementación. Aunque se tenía claro qué debía evitarse, los detalles concretos estaban aún por definir.
Ramón de Soto aportaba la experiencia adquirida como docente de la asignatura de Expresión Gráfica en la Escuela de Arquitectura. Por su parte, Esteve Edo, Silvestre de Edeta y Ciriaco eran los profesores veteranos procedentes de la Escuela de San Carlos. Ángeles Marco colaboraba como ayudante de Arcas Brauner en Dibujo, mientras que Nassio, Alfonso y Diesco se habían incorporado al claustro uno o dos años antes, bajo la recomendación de Santiago Rodríguez y Francisco Baños.

Joan Llaveria, dos invitados, Rafa Carralero, Justo Nieto, Juan Lagardera y Román de la Calle
En aquellos comienzos, la Facultad aún no disponía de un edificio propio dentro de la UPV, por lo que continuaba funcionando en el Centro del Carmen. Mientras se desmantelaba progresivamente la antigua Escuela de San Carlos, el claustro se instalaba provisionalmente en los espacios que se les asignaban cada año según las necesidades. Estas necesidades eran numerosas, ya que la demanda de matriculaciones había crecido exponencialmente desde que Bellas Artes adquirió carácter universitario.
El desmantelamiento de la Escuela de San Carlos no fue solo un proceso físico, sino también ideológico. La mayoría de quienes se integraron en el nuevo claustro provenían de la experiencia de los convulsos años setenta, un período que dio lugar a la creación de una “Escuela Paralela” a San Carlos, en la que se planteaba la utopía educativa y artística que se consideraba necesaria.
Todo estaba preparado, y la actividad comenzó.
Se inició un enfoque pedagógico que incluía enseñar a los alumnos sobre la escultura contemporánea realizada en aquel momento por artistas ingleses, alemanes e italianos, entre otros. El claustro traía consigo aprendizajes obtenidos en visitas particulares a eventos de referencia como la Documenta de Kassel, exposiciones en Berlín, Venecia o Londres, llenando las aulas de conocimientos sobre Arte Contemporáneo.
Los talleres de escultura fueron equipados con herramientas modernas que permitían prácticas en hierro, acero, cerámica, fundición y plásticos, además de implementar el uso de herramientas digitales. El recién creado laboratorio de Medios Audiovisuales también fue dotado con tecnologías de última generación. Todo esto se desarrollaba sin descuidar los contenidos fundamentales de las asignaturas troncales, que se enriquecían progresivamente con nuevas propuestas pedagógicas.
Curiosamente, los mismos profesores que impulsaban la creación y desarrollo de estos laboratorios tecnológicos también se encargaban de labores más manuales, como la colocación de caballetes de modelado en las aulas.
La implementación de estos cambios demandaba una constante actualización de conocimientos. La carrera universitaria requería esfuerzos académicos significativos, entre ellos, incrementar la plantilla de doctores, prácticamente inexistente hasta ese momento. Una vez que parte del profesorado obtuvo el grado de doctor, se formaron grupos de investigación basados en afinidades e intereses conceptuales. Así nació el Laboratorio de Luz, fundado por José María Yturralde e integrado por miembros de los Departamentos de Pintura y Escultura, constituyéndose como un grupo de investigación. En 1991, se consiguió el primer proyecto I+D+I titulado “Fuentes generadoras de imagen-luz”, con Amparo Carbonell como investigadora principal, siendo este el primer proyecto de investigación financiado en una Facultad de Bellas Artes en España, lo que posicionó a la Facultad como pionera en este ámbito. Posteriormente, se desarrollaron muchos otros proyectos.
Con la plena integración en la Universidad Politécnica de Valencia, se reconoció formalmente la investigación en Bellas Artes como una actividad académica de igual importancia que en otras disciplinas. Esto permitió establecer sinergias con ingenieros y arquitectos, quienes, por afinidad, facilitaron un intercambio de conocimientos y experiencias especialmente enriquecedor. La UPV ofreció un entorno de acogida favorable que fomentó esta colaboración.
En la actualidad, es común encontrar grupos de investigación multidisciplinarios donde Bellas Artes tiene una presencia significativa, consolidando su papel dentro del ámbito universitario. Este entorno se percibe como un hogar para la comunidad académica de la Facultad.
Los primeros años estuvieron marcados por un constante proceso de cambio, propuestas creativas e innovadoras, y decisiones arriesgadas.
Amparo Carbonell se reconoce como parte privilegiada de esa trayectoria, habiendo tenido la oportunidad de participar desde sus inicios y desde puestos de gestión que le permitieron contribuir activamente a la construcción de la Universidad Politécnica.
Durante el decanato de Facundo Tomás, este ofreció a Carbonell el cargo de vicedecana de Cultura, desde el cual se inauguró la primera sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes. Más adelante, Juan Gisbert la convocó desde el Vicerrectorado de Relaciones Institucionales para asumir la dirección del área de Cultura recién creada.
Justo Nieto, rector en ese momento, comprendía la importancia de fortalecer la cultura en la UPV. Gracias a su visión y determinación, la Universidad Politécnica evolucionó hacia lo que es hoy. Con su apoyo, se creó la primera sala de exposiciones en la sede central de la Universidad, aprovechando un deambulatorio que conducía al Salón de Actos del edificio de Rectorado. Esta sala se inauguró con una exposición del Laboratorio de Luz, que incluía una gran cámara oscura que ocupaba todo el espacio, marcando el inicio de un ambicioso proyecto cultural.
Entre las propuestas destacadas, Carbonell impulsó la creación del Fondo de Arte Contemporáneo de la UPV, cuyas piezas se distribuyeron por las diferentes dependencias universitarias, transformando el campus en un gran museo de arte contemporáneo. Este fondo, denominado Fons D’Art Contemporani, se presentó públicamente en el IVAM con una exposición celebrada en el Centro del Carmen, consolidando su relevancia dentro y fuera de la Universidad.
El museo de escultura al aire libre de la UPV continuó creciendo y consolidándose como una referencia internacional, destacando como uno de los pocos museos de este tipo ubicados en un entorno universitario.
Posteriormente, Justo Nieto propuso a Amparo Carbonell asumir la dirección del Vicerrectorado de Cultura, una figura administrativa que hasta ese momento no existía. Desde esta posición, la UPV amplió su presencia en los principales ámbitos culturales de la ciudad, convirtiéndose en un generador activo de proyectos culturales que incluyeron la creación de revistas, conciertos, concursos literarios, teatro y cine.
Tiempo después, Carbonell dejó el vicerrectorado para dedicarse a una nueva iniciativa encargada por el rector: la creación de un canal de radio y televisión en la Universidad Politécnica. Este proyecto, de gran interés y relevancia, ha formado a destacados profesionales y desde sus inicios ha contado con la participación activa de estudiantes, personal administrativo y de servicios (PAS) y docentes.
Desarrollar su labor en la Universidad Politécnica de Valencia, tanto como docente como gestora, y haber trabajado junto a un rector visionario como Justo Nieto, representó para Amparo Carbonell un privilegio. La UPV se ha consolidado como un espacio lleno de profesionales excepcionales y personas notables.
A lo largo del recorrido narrado, se evidencia cómo ese flujo de iniciativas y esfuerzos generó un caudal de ciencia, arte y cultura que hoy en día sigue nutriendo el río de conocimiento y creatividad que fluye serenamente.

Justo Nieto, Carmen Lloret, José Manuel Guillén, Víctor Manuel Gimeno y Ramón Gil
De 1980 a 2005 surge la construcción de una UPV plural y dialogante con una sociedad plural
colabora Manuel Lecuona
El propósito de este texto es exponer hechos que evidencian un pasado excepcional, una crónica cuyo relato confiere un sentido memorable a lo ocurrido: la descripción de una hazaña única que, en el presente, permite articular una retrospectiva fascinante. Reivindicar momentos clave del pasado otorga significado, evitando que los hechos se limiten a una adición homogénea y carente de profundidad. Al analizar la evolución de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) entre 1970 y 2010, emergen no solo trayectorias ascendentes, logros destacados y éxitos, sino también contradicciones, eventos transitorios y futuros posibles que no se materializaron. Examinar este intervalo desde tal perspectiva evita una narrativa lineal y permite construir una visión coherente de una realidad compleja y dispersa.
Antes del periodo señalado, la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) se caracterizaba por un enfoque en el alto rendimiento. Sus centros especializados en tecnología, arquitectura y artes operaban de manera autónoma, con escasos esfuerzos por fomentar la cooperación y la complementariedad. A pesar de ello, lograban resultados destacados en ciencia, investigación, docencia y transferencia de conocimiento.
Entre las últimas tres décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, esta dinámica cambió significativamente con la implementación de la visión expresada por el rector Justo Nieto: “Si la Universidad Politécnica de Valencia no tiene un compromiso transformador con la sociedad que la rodea, no será relevante”. Este principio, profundamente influyente, se convirtió en un ideal para numerosos profesores, técnicos y personal administrativo respecto a lo que debía ser la universidad.
Durante este periodo, se promovieron iniciativas tanto dentro del ámbito universitario como en su interacción con el entorno político-administrativo e industrial. Estas acciones se centraron en la transferencia de conocimiento, tecnología e investigación aplicada, así como en la formación de los estudiantes en valores universitarios. Todo ello tenía como propósito capacitar a los futuros profesionales para contribuir a la transformación de la sociedad de la Comunidad Valenciana, con una creciente conciencia hacia el desarrollo sostenible.
Los años 80 y 90 del siglo XX marcaron un proceso clave de construcción e integración en la docencia e investigación en diseño de producto dentro del Departamento de Dibujo, especialmente a través de la Unidad Docente de Diseño. Esta integración comenzó con la titulación de Ingeniero Técnico en Diseño Industrial en la EUITI y continuó con el grado en Ingeniería en Diseño y Desarrollo de Productos de la ETSID.
Durante este periodo, se puso en marcha una acción sistémica y transversal que involucró a diversos departamentos de la EUITI y la actual ETSID, con el objetivo de construir un perfil de diseñador industrial que ha seguido evolucionando a lo largo de cuatro décadas. En línea con los principios promovidos por el rector Justo Nieto, se trasladó el conocimiento acumulado por la Unidad Docente de Diseño, cuya actividad se había iniciado previamente en la Facultad de Bellas Artes, aunque carecía entonces de una estructura y visibilidad adecuadas.
Dentro del entorno de la EUITI, y alejándose de estrategias burocráticas centradas únicamente en la excelencia académica, la colaboración entre departamentos y grupos de investigación permitió instaurar de manera efectiva la misión transformadora de la universidad.
Durante este periodo, se gestó la creación del Grupo de Investigación y Gestión del Diseño (IGD), aunque su trayectoria no fue continua, sino marcada por una sucesión de eventos y logros, tanto pequeños como significativos, que se entremezclaron de manera poco lineal. La reconstrucción de la historia del IGD no debe limitarse a una cronología estricta de acontecimientos, fechas y personas.
Con el apoyo de Ignacio Fernández de Lucio y Antonio Gutiérrez desde el CTT, el IGD centró su enfoque en las actividades y objetivos que otorgaban sentido y legitimidad al diseño sistémico, especialmente en su integración en las ingenierías. Desde el ámbito de las bellas artes, el Departamento de Dibujo, tanto en la EUITI como en la ETSID, asumió que las instituciones y las personas que las conforman deben estar al servicio de las actividades, apoyándolas y facilitando su desarrollo, en lugar de utilizarlas para otros fines.

En el castillo de Requena, en 1989, el equipo que restauró las pinturas murales de la iglesia del Carmen de esta ciudad: un grupo de alumnos, coordinados por la alumna requenense M.ª José Monzó (de negro junto a Justo Nieto) y dirigidos por Carmen Pérez (con gafas y en cuclillas en el centro) y Pilar Roig (tercera por la derecha, con gafas).
Frente a las preguntas fundamentales —¿para qué?, ¿qué se ofrece?, ¿cuál es la misión desde la universidad?—, la Unidad Docente de Diseño encontró un espacio para promover la cultura del diseño como respuesta a las demandas y necesidades sociales. Esto se reflejó en una participación activa en las directrices impulsadas por Justo Nieto, a través de Enrique Ballester en la EUITI, para consolidar un corpus de diseño dentro de la universidad.
La creciente demanda del tejido industrial en torno a las carencias de diseño en la Comunidad Valenciana permitió abordar de manera sistémica la creación de un perfil híbrido: profesionales que, además de dominar las claves técnicas —insuficientes en los sectores productivos de la región—, incorporaran la perspectiva del usuario, la usabilidad y las dinámicas del mercado en la conceptualización de productos y servicios.
El principio expresado por el rector de la UPV fue determinante para convertir el impulso de cualquier actividad en el motor que permitió formar personas y diseñadores de excelencia. En este contexto, surgió el primer programa de doctorado en diseño a nivel nacional, implementado en la UPV.
En el curso 1998/99 se inició el programa de doctorado denominado “Aproximaciones al Diseño Industrial y Gráfico”, desarrollado bajo la estructura del Departamento de Dibujo y gestionado a través de la Unidad Docente de Diseño. Su objetivo principal era proporcionar contenidos fundamentales que capacitaran a los estudiantes para profundizar e investigar en diferentes aspectos de las estrategias y la gestión colegiada del diseño en el ámbito de las pymes de productos finales y de consumo.
Este programa buscaba adaptar modelos de diseño provenientes de países avanzados a la realidad económica de la Comunidad Valenciana y a contextos en vías de desarrollo, atendiendo también a estudiantes provenientes de países iberoamericanos. El enfoque se dividió en tres áreas principales: diseño de productos, diseño gráfico y diseño ambiental. Estas actividades continuaron hasta el curso 2005/06 bajo el nombre de “Diseño y Comunicación: Nuevos Fundamentos”.
La aspiración de universalizar la excelencia y empoderar tanto a los estudiantes como a las empresas mediante el diseño fue intensamente promovida a través de las políticas impulsadas por el Rectorado, consolidándose como un elemento inherente a la institución universitaria.
El Grupo de Investigación y Gestión del Diseño estableció vínculos de cooperación con universidades iberoamericanas en países como Cuba, México, Chile, Colombia, Ecuador, Argentina y Uruguay, entre otros. Estas alianzas reflejaban el espíritu de las comunidades universitarias, creadas para fomentar la deliberación y el diálogo sobre los temas más diversos, siempre bajo un marco de pluralismo político y ético.
Este pluralismo, característico de sociedades liberales, se asumió como un principio fundamental para la universidad, que no solo debía reflejarlo, sino también transmitirlo a la sociedad como un valor esencial.
Durante este periodo, la Universidad Politécnica de Valencia se consolidó como un centro intelectual y creativo, desarrollando estructuras diseñadas para ofrecer una amplia variedad de cursos orientados a satisfacer las necesidades emergentes. En este contexto, asumió un rol destacado como actor socialmente activo y responsable.
Se estableció una estructura de centros organizativos vinculados al sistema científico, promoviendo exitosamente redes de colaboración a nivel regional, nacional e internacional. Estas redes incluyeron universidades, instituciones de investigación no universitarias y entidades relacionadas con diversos campos como las ciencias, el arte, la economía y otras esferas sociales.

Apertura del congreso de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, septiembre de 1990