Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV)

colabora Pedro Vera

El Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV), tiene su origen en actividades que se remontan a 1976, cuando Justo Nieto, recién llegado a Valencia, en colaboración con Diego Robles, del Departamento de Anatomía de la Universitat de València, realizó algunos experimentos con técnicas de extensometría para valorar las deformaciones y tensiones que soportaban cuerpos vertebrales humanos.

Ese mismo año, Justo Nieto, que impartía docencia en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, ofreció a Pedro Vera, alumno de cuarto curso de Ingeniería Industrial, especialidad Mecánica, la posibilidad de realizar su proyecto de fin de carrera en un área entonces emergente, la Biomecánica.

Ese proyecto, centrado en el estudio de la capacidad motora de usuarios de sillas de ruedas durante el desempeño de distintas actividades —presentado en 1978— y su tesis doctoral, Concepción de una prótesis vertebral —defendida dos años después ante un tribunal compuesto, entre otros, por los profesores Francisco Gomar y Víctor Smith, de la Universitat de València—, constituyen el origen del IBV, inicialmente centrado en la Biomecánica Médica; en particular, en las especialidades de Cirugía Ortopédica y Traumatología (COT), y de Rehabilitación y Medicina Física.

En 1980, junto a Pedro Vera, se incorporó a estas tareas Juan Víctor Hoyos, compañero de promoción, ingeniero industrial, especialista en Electrónica, y ambos empezaron a prestar servicios a empresas. Entre ellas, destaca la colaboración con Industrias Quirúrgicas de Levante (IQL) y un grupo de especialistas en COT interesados en valorar y desarrollar ideas innovadoras de muy distinto tipo (clavos intramedulares, placas clavo, placas de osteosíntesis, prótesis articulares, fijadores externos, sistemas de tracción para la reducción de fracturas, ortesis y muchos otros productos sanitarios).

Asimismo, contratados por la Mutua de Accidentes de Zaragoza (MAZ), se diseñó y construyó una plataforma de marcha (plataforma dinamométrica) destinada a la rehabilitación. Esta plataforma fue instalada en la sede de esta mutua en 1982 y, con los recursos obtenidos, se emprendió una línea de investigación que dio lugar a la tesis doctoral de Juan Víctor Hoyos.

Acto de defensa de la tesis doctoral de Pedro Vera en 1980

Todas estas actividades fueron realizadas con muy escasos recursos y mucho ingenio, poniendo a punto técnicas esenciales en biomecánica (plataformas dinamométricas para la medición y registro de las cargas ejercidas por el cuerpo humano, sistemas para el estudio de los movimientos humanos, máquinas de ensayo, etc.) que, con el paso del tiempo, permitirían dotar los primeros laboratorios del IBV y vender ese mismo equipamiento a otras universidades interesadas en este nuevo campo.

En los cursos académicos 1984-1985 y 1985-1986, tras la elaboración de un par de libros que ordenaban el conocimiento publicado hasta entonces sobre biomecánica médica del aparato locomotor, se impartieron dos ediciones del Máster en Biomecánica del Aparato Locomotor (el primer máster impartido en España por una universidad pública).

En él se matricularon once especialistas en ciencias de la salud, que en su mayoría desarrollaron tesis doctorales, abriendo nuevas líneas de investigación: Antonio Juan, Jaime Prat, José Luis Rodrigo y Manuel Ayora, especialistas en COT; José Ramiro, fisioterapeuta; Alejandro Cortés, Antonio Hernández-Royo, Enrique Viosca y Ramón Gómez-Ferrer, especialistas en Rehabilitación y Medicina Física; y Juan Baena y Miguel García-Raimundo, licenciados en Medicina interesados en la medicina deportiva, que todavía no era considerada especialidad médica oficial en España.

Estudio de la marcha humana de un amputado por debajo de la rodilla mediante electrogoniómetros y plataformas dinamométricas en el marco de las tesis doctorales de Alejandro Cortés y Enrique Viosca.

Plataforma para el análisis y rehabilitación de la marcha instalada en la Mutua de Accidentes de Zaragoza en 1982.

Esta labor y las colaboraciones mantenidas con varias empresas atrajo la atención de la agencia regional de desarrollo de la Comunidad Valenciana recién constituida (en 1984), el Instituto de la Mediana y Pequeña Industria Valenciana (IMPIVA), actual IVACE, que decidió apoyar al incipiente IBV con vistas a que creciese y formase parte de la red de institutos tecnológicos que estaba creándose para mejorar la competitividad de los sectores tradicionales y diversificar el tejido industrial de la Comunidad Valenciana.

Ante esas halagüeñas perspectivas, con cargo a los recursos generados prestando servicios y los que recibía desde el IMPIVA, se contrató como autónomos a dos egresados del Máster en Biomecánica del Aparato Locomotor que decidieron sumarse a la iniciativa: Jaime Prat (que dirigiría el grupo encargado de desplegar las actividades en el campo de la Biomecánica Médica; al principio, en COT) y José Ramiro (que promovería las líneas de trabajo en el ámbito de la Biomecánica Deportiva; inicialmente, en el diseño de calzado). También se contrató a varios ingenieros recién titulados: Fernando Candela, Javier Sánchez, Justo Peydro, Pilar Latorre, Rafael Alepuz y Ricardo Dejoz; a un biólogo: José Luis Peris; a una cardióloga: Lourdes Tortosa; y a distintos técnicos y especialistas en gestión económica, edición de textos y comunicación: Andrés Hoyos, Emilio Marco, Gloria Cano e Irene Hoyos.

A finales de 1989, tras el diseño y construcción de un edificio de 2500 m², un equipo de 17 personas se trasladó al Parque Tecnológico de Paterna para formar parte de la naciente red de institutos tecnológicos de la Comunidad Valenciana. Entre ellos se encontraba Álvaro Page, profesor de la UPV, que unos meses antes había aceptado el reto de desarrollar el campo de la biomecánica ocupacional; en particular, las líneas relacionadas con la ergonomía aplicada al diseño de muebles y puestos de trabajo.

Instalaciones del IBV en el Parque Tecnológico de Paterna

De hecho, el IBV fue el primer centro que se ubicó en el Parque Tecnológico de Paterna, inaugurado el 19 de diciembre de 1990 por el entonces príncipe Felipe, que realizó una visita a sus instalaciones guiado por Pedro Vera y acompañado por Justo Nieto, entonces rector de la UPV, Joan Lerma, presidente de la Generalitat, y Andrés García-Reche, conseller de Industria, Comercio e Innovación, entre otras autoridades.

En esa fecha, el IBV ya contaba con una plantilla de 42 personas, integrada por especialistas en áreas tecnológicas, médico-biológicas y sociales diversas, y personal de gestión y apoyo.

Con la finalidad de estabilizar laboralmente a su creciente plantilla (con la ayuda de Antonio Rico y Joaquín Mafé, director y secretario general del IMPIVA), se promulgó el Decreto 25/1991, de 4 de febrero, del Consell de la Generalitat Valenciana, por el que se creó el Instituto Universitario de Biomecánica en la Universidad Politécnica de Valencia, el primero de la UPV en el marco de la Ley Orgánica 11/1983, de 25 de agosto, de Reforma Universitaria.

Sin embargo, esta figura se mostró incapaz de alcanzar el objetivo por el que se había impulsado, por lo que pocos meses después se constituyó la asociación sin ánimo de lucro Instituto de Biomecánica de Valencia, integrada por socios numerarios (en representación de empresas), socios colectivos (en representación de entidades de la sociedad civil interesadas en las aplicaciones de la biomecánica) y socios protectores (en representación de los organismos de la administración que deseasen contribuir a sus objetivos).

Como forma de asegurar su vinculación con la UPV, sus estatutos recogían que la presidencia de la Asociación la ostentaría quien fuera el rector de la UPV, la vicepresidencia primera un socio numerario y la vicepresidencia segunda el director general de Industria o cargo equivalente en el Gobierno de la Generalitat Valenciana.

Con la nueva figura jurídica, capaz por fin de estabilizar de manera efectiva a sus trabajadores, el IBV desplegó decididamente su actividad como centro tecnológico que estudia el comportamiento del cuerpo humano y su relación con los productos, entornos y servicios que utilizan las personas, organizando a su personal científico-técnico en tres grupos relacionados con la biomecánica médica, la biomecánica deportiva y la biomecánica ocupacional que, con el paso del tiempo, se especializaron en diez ámbitos principales de aplicación:

• Automoción y medios de transporte.
• Deporte.
• Hábitat.
• Indumentaria.
• Niños y puericultura.
• Personas mayores y atención a la dependencia.
• Rehabilitación y autonomía personal.
• Salud laboral.
• Tecnología sanitaria.
• Turismo y ocio.

Los conocimientos que soportaban sus actividades correspondían a áreas tales como la biomecánica de los sistemas corporales, la antropometría, el estudio de la capacidad funcional humana, el diseño de interfaces o el análisis de las necesidades y preferencias de las personas.

A partir de conocimientos científicos, tecnológicos y metodológicos aplicados sobre determinados sectores poblacionales e incluso individualmente, fueron generándose criterios para el diseño, evaluación y asignación de productos, servicios y entornos que, considerados como recursos para la calidad de vida, persiguen una combinación dada de objetivos relacionados con la seguridad, salud, accesibilidad, usabilidad, rendimiento, confort y satisfacción de quienes los utilizan.

De hecho, para lograr el apoyo que requerían estas actividades, el IBV impulsó, con la intervención de distintas asociaciones empresariales, entidades de la sociedad civil y organismos de las administraciones públicas, acciones para que los programas de apoyo a la I+D+I se hicieran eco de su importancia. Y, así, promovió y coordinó numerosas iniciativas, entre las que destacan la elaboración de los libros blancos de la I+D+I en el deporte (1999), en el sector de los productos sanitarios (2001), y al servicio de las personas con discapacidad y las personas mayores (2003), base de la creación de los programas que paulatinamente fueron incorporándose al Plan Nacional de I+D+I.

El desarrollo de un número creciente de proyectos y de clientes nacionales y extranjeros (alrededor de mil al año), requería más personal e instalaciones de las que cabían en el edificio que el IBV ocupaba en el Parque Tecnológico de Paterna. Los nuevos laboratorios de ayudas técnicas para personas con discapacidad, pavimentos y material deportivo, implantes quirúrgicos, simuladores de distinto tipo, etc., y el nuevo personal que iba contratándose exigían una ampliación urgente del espacio de que disponía.

Mientras tanto, la UPV estaba creando su parque científico, la Ciudad Politécnica de la Innovación (CPI), por lo que se hizo patente la oportunidad de reubicar al IBV en el entorno en el que había nacido, intensificando la colaboración con la UPV; por ejemplo, a través de la creación de los denominados Centros en Red en Ingeniería Biomédica y en Salud Laboral, en los que, junto con el IBV, participaban y colaboraban coordinadamente centros y grupos de investigación de la UPV dispersos en estos nuevos ámbitos de trabajo, componiendo los núcleos desde los que, años después, se impulsaron diferentes títulos oficiales de grado y de posgrado que ahora se imparten.

En la actualidad, tras el retorno a la UPV en agosto de 2003, para integrarse en el parque científico creado en su campus, el IBV está dotado de un equipo de más de 150 profesionales que ocupa unas instalaciones de 6500 m².

Al reflexionar sobre lo que sucedió a lo largo de esos años, cabe concluir que el caso de éxito que representa el IBV obedece a cinco circunstancias principales:

• La llegada a la UPV de un profesor inquieto, con una gran capacidad de trabajo y sentido de la oportunidad, Justo Nieto, que creía firmemente que los ámbitos interdisciplinares son campos abonados para la investigación científica y técnica.

• La disposición y coraje de unos jóvenes que, al margen de las vías trazadas por la ortodoxia académica o profesional, decidieron adentrarse en caminos inexplorados con el propósito de contribuir de la manera más directa y efectiva posible a mejorar la sociedad de la que formaban parte.

• La configuración de un proyecto con rasgos marcadamente diferenciados, tanto por el ámbito que abarcaba, como por sus objetivos y la manera en la que se desarrollaba, capaz de atraer el talento de egresados especialmente brillantes.

• La contemporánea puesta en marcha de iniciativas que trataban de modernizar la sociedad valenciana a través de instituciones de nueva creación, como el IMPIVA.

• Y la voluntad constante de consolidar un proyecto participativo, con una clara orientación social, capaz de retener el talento que había atraído.

Instalaciones de IBV en el parque científico de la Universitat Politècnica de València, la Ciudad Politécnica de la Innovación

En resumen, la suma de personas capaces de imaginar, promover y desarrollar un proyecto complejo que, pese a las dificultades que entrañaba, fue vivido con ilusión, mucho trabajo y una dosis de buena fortuna.

Sin duda, el resultado ha cubierto las expectativas de los centenares de personas que a lo largo del tiempo han participado de manera directa (formando parte del IBV) o indirecta (colaborando externamente) en su desarrollo, hasta convertirlo, en una sola generación, en el principal centro de biomecánica a escala internacional.

Sus aportaciones en múltiples sectores, algunos de los cuales se han convertido en referencias mundiales en su clase, las técnicas instrumentales puestas a punto, entre las más avanzadas a escala global, y la visión sobre cómo el conocimiento científico y tecnológico puede contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas han justificado todos sus esfuerzos.

Tras la jubilación de Pedro Vera en 2015, el IBV pasó a ser dirigido por Javier Sánchez, doctor ingeniero industrial, que inició su andadura en el centro a finales de los años 80 tras acabar sus estudios en la UPV.

Con él continúan trabajando algunas de las personas que han sido citadas en las páginas anteriores y muchas otras que, sin haberse nombrado, merecen el mismo reconocimiento por haber adaptado y renovado el espíritu de quienes, en su origen, se embarcaron en una aventura especial, en la que el trabajo cobró el sentido que inspira la propia naturaleza humana.

En los comienzos: Justo Peydró (Secretario Técnico), Álvaro Page (Responsable Área Biomecánica Ocupacional), Jaime Prat (Responsable  Área Biomecánica Médica) ,Juan Víctor Hoyos (Subdirector IBV), Pedro Vera (Director IBV), José Ramiro (Responsable Área Biomecánica Deportiva).