Francisco Pérez-Puche
Levantó la voz y habló con seguridad:
“La Comunidad Valenciana tiene menos Universidad Politécnica de lo que le corresponde y en justicia se merece”.
A los 43 años, Justo Nieto Nieto estaba siendo investido como rector de la Universidad Politécnica de Valencia. Su discurso fue breve, unos ocho folios de letra grande y clara. Deliberadamente lo había preparado a base de frases cortas a las que pudiera dar una cierta contundencia. Después de referirse a una época de carencias de recursos, y a una institución joven pero capaz ya de desarrollar tecnología de vanguardia, se dispuso a enumerar sus conceptos básicos; elementales, pero cargados con la fuerza de lo evidente.
“El dinero y el esfuerzo que se emplea en el sustento del espíritu, es decir en educación, cultura y ciencia, es el mejor empleado —continuó–. El futuro es tanto más prometedor cuanto más se enfatiza la calidad y la libertad; puesto que país que no investiga y no desarrolla tecnología es un país esclavo. Estos alumnos son fundamentales, imprescindibles, para la transformación y mejora de los sectores productivos de ese producto nacional bruto al que aludíamos; ignorar esa realidad es suicidarse”.
La Universidad Politécnica que nació y creció en la Valencia de los años setenta, se convirtió, sobre todo a partir de la mitad de la década de los ochenta, en la universidad que la Comunidad Valenciana necesitaba, en la universidad que le era precisa. La intuición de Justo Nieto, quizá un olfato especial, vio que había dos entes —universidad y sociedad— que necesitaban acoplarse especialmente. Y actuó de catalizador para que muchas energías dispersas se concentraran a la hora de empujar un objetivo más intuido que planificado.
Las cosas salieron bastante bien. Hubo sintonía entre una institución académica nueva y una sociedad que, hacia 1989, cuando empezó a vislumbrarse el brillante horizonte que aguardaba a Barcelona, Sevilla y Madrid en el año 1992, sintió no solo que necesitaba una autovía con Madrid, y la llegada del AVE, sino elementos que configuraran un porvenir moderno.
“En nuestra modesta opinión, los más importantes problemas de una sociedad que quiere ser moderna no son los económicos. Los problemas más importantes son los que tienen que ver con la cultura cívica de dicha sociedad, o sea, con el ejercicio responsable de sus derechos y deberes como ciudadanos de derechos, para que las instituciones, todas las instituciones, sepan que están al servicio de la sociedad que las alimenta y, de deberes, para que a su vez la sociedad dignifique a sus instituciones con recursos adecuados. Una sociedad no puede llamarse moderna hasta que sus instituciones funcionen al servicio de la sociedad”.
Son palabras de Justo Nieto en la apertura de curso del otoño de 1993. Los fastos del 92 ya habían pasado y en el ambiente valenciano, junto con la realidad de una ola de crisis económica, quedaba la frustración por la tardanza de las infraestructuras y la ausencia de actitudes gubernamentales que ofrecieran horizontes. El cambio de signo político operado en el Ayuntamiento de Valencia en las elecciones de 1991, fue una señal de ese malestar y la premonición de que estaban por llegar otros cambios en otras instituciones.
La Universidad Politécnica de Valencia se configuró como un patrimonio de interés general. Algo propio y valioso.
El segundo encuentro
El segundo encuentro con el profesor Justo Nieto es más distendido y cercano. Hace calor, vestimos ya de verano y estamos en su casa de Olocau, en el campo. No hay apenas papeles sobre la mesa y hablamos sin guion establecido. Están presentes dos “testigos”, José María Guillot, durante largos años persona muy cercana al rector, fue Jefe de Secretaría en la ETSII con Justo Nieto, su jefe de Gabinete en el rectorado, jefe del Servicio de Asuntos Generales de la UPV y seis meses gerente en funciones en la UPV; y Vicente Lladró Carbonell, periodista, agricultor y persona que ha tratado al rector en numerosas ocasiones, más allá de su tarea como redactor de “Las Provincias”. Ambos intervendrán en ocasiones a lo largo de la sesión, suscitando recuerdos o aportando jugosas opiniones.
Justo Nieto ya ha contado el momento personal y académico en que se encontraba como catedrático, a principios de 1986, cuando le propusieron formar parte de una terna para ser rector de la Politécnica de Las Palmas y renunció porque había anidado en él la idea de ser rector en Valencia, un empeño que consiguió. Nos movemos al hilo de ese escenario elegido, el de su toma de posesión como rector.
Hay otra cita que resume ese discurso desde mi punto de vista, profesor. Usted dijo: “Tenemos la convicción de que nuestra universidad reúne las condiciones óptimas para servir de ejemplo de lo que puede ser una universidad moderna”. ¿La recuerda?
Si se me permite la ironía, le diré que me pasaba como al actor Pepe Isbert que, actuando como maestro en una película, aprobaba a quien no sabía porque había la esperanza de que pudiera aprender, en detrimento de los que acumulaban contenidos porque eran incapaces de aprender más, pues el saber “ocupa lugar”, como es sabido. Nosotros “al ser poca cosa” podíamos tener esperanza. Teníamos “muchas papeletas” para ello.: alumnos brillantes, profesores en general muy buenos, un entorno socioeconómico muy plural e innovador, una excepcional cultura de acogida de los valencianos, lo que era un referente para atraer talento, … Y así fue como pasamos de una universidad desconocida y pequeña, a querida y peligrosa en poco tiempo.
¿Ha dicho peligrosa?
Es una forma cariñosa de hablar, pero empezamos a ocupar espacio social, protagonismo, …
Entiendo. La UPV, fresca y despolitizada, contrastaba con su hermana mayor, porque parecía que le quitaba espacio, iniciativas, a una universidad clásica, con siglos de historia, ¿no es así?
Pero, curiosamente, también pasamos a ser queridos: hubo un tiempo en el que, por decirlo así y exagerando un poco, no había familia valenciana que no tuviera un vínculo con la Politécnica. Cuando cogimos la institución teníamos unos doce mil alumnos y pasamos al final del ciclo a tener 35.000 y otros tantos de formación continua. Ya lo hemos hablado en otra ocasión: firmábamos dos convenios… a la hora.
Fue un gran esfuerzo personal, supongo.
No es cosa de una persona. Lo que yo quisiera con estas charlas es que no se difuminaran las personas o grupos que hicieron posibles el cambio de la universidad. Porque verdaderamente lo hicieron ellos y porque verdaderamente fue heroico; en aquel tiempo, cada uno libró una batalla, en la que hubo de todo… Si se me permite la expresión fue como una multitud de grupos que explosionaban, haciendo el trabajo que más les gustaba hacer. Al final sí que tenían conciencia de pertenecer a la Politécnica y estar haciendo una tarea colectiva; se “vendía” ser de la Politécnica y todos participaban; se superaron camarillas y grupos.
El mundo ha cambiado a lo largo de casi cuarenta años. Cambió durante los años en que usted estuvo en el rectorado.
Bueno, siempre hemos intentado estar al tanto de los cambios de signo de los tiempos. Maestros de hoy con memoria de ayer hemos de explicar lo que ha de ocurrir mañana y esto no es posible si no sabemos lo que está ocurriendo hoy y por qué. La Medalla de Oro de la UPV que le dimos a los masacrados de la plaza de Tiannamén, tras los sucesos de 1989, puede ser un ejemplo. Fuimos la única universidad que se movilizó por ello. Y acordamos que cuando se dieran las condiciones democráticas iríamos a entregársela a la Universidad de Pekín. Por convicción nos ha interesado siempre estar al tanto de lo que estaba pasando en el mundo, ya que si la universidad es la casa del conocimiento aquí debía estar la última novedad… en teoría, claro. En este sentido hemos sido pioneros muchas veces, por supuesto en España, de muchas innovaciones. Por ejemplo, las primeras redes informáticas se pusieron enseguida en práctica aquí; y hemos estado en vanguardia en ámbitos tales como la economía cooperativa, o en las instalaciones deportivas, pongamos por caso.
La huerta y el planeamiento
Hablemos del campus de la Avenida de los Naranjos, ¿algo que lamentar?
No se debieron ubicar los campus en la huerta valenciana, que es un bien cultural protegido, privilegio de las cuatro cosechas al año… Ahora es cuando más se está apreciando esa huerta al lado de la ciudad. Las previsiones urbanísticas decían que la ciudad tenía que crecer hacia el noroeste, sobre tierras de secano, y allí tenían que haberse ido los campus universitarios.
Es verdad. Pero la decisión de ubicar el primer Politécnico se tomó deprisa y en 1969. Ese arrepentimiento es un gesto intelectual honrado; pero cuando usted llegó el tren estaba ya en marcha.
Sí. Y en los ochenta es cuando se planeó la avenida de los Naranjos, es decir la ampliación del campus de las dos universidades. Ni la Universitat ni nosotros tendríamos el campus que tenemos de no ser por aquellas decisiones.
Pasaron los años, no muchos, y la Universidad Politécnica en crecimiento, necesitó más suelo. Una maqueta señaló que las previsiones debían llevar el campus hasta la Serrería, el amplio bulevar nacido tras el enterramiento de las vías férreas de la línea de Barcelona.
Surgieron otras complicaciones, que José María Guillot ayuda a perfilar en la memoria. Porque el planeamiento, el Plan General redactado por el ayuntamiento, hizo previsión de que la Politécnica cediera una buena parte de su reserva de campus para ubicar las cocheras de los tranvías, implantados de nuevo en la ciudad en el año 1994.
Tuvimos que ceder, claro. Las autoridades decían, por entonces, que “para qué queréis tantos ingenieros”, que “teníamos demasiado espacio”. Hubo discusiones y enfados y nosotros, que habíamos reservado el espacio para una zona deportiva abierta y disponible todo el año, cambiamos nuestro planeamiento. Modificamos el plan de una zona de investigación y otra docente separadas por un área deportiva.
El respeto a los mayores
“Quiero que mis palabras iniciales sean para felicitar a los primeros profesores eméritos de esta universidad, Eduardo Primo Yúfera, José María del Rivero, Santiago Rodríguez y José Esteve Edo, cuyos sobresalientes méritos son conocidos y admirados por todos”.
Distinguir a los mayores, darles el debido marchamo de respeto, es un uso común en todas las universidades del mundo; pero estas palabras de Justo Nieto, pronunciadas en la apertura del curso 1987-1988, los primeros dos años completos de su rectorado, rezuman un afecto especial que teñía el protocolo con valores afectivos de intimidad familiar. No niega que ese deber de reconocimiento está muy presente en su ánimo. Incluso lo ha configurado como una de las causas de estos textos: si hemos perdido a los mayores, no perdamos al menos el recuerdo de lo que hicieron.
En la apertura de curso de 1993, se subraya la obra de un mayor y de un valenciano ilustre. Pero el “leit-motiv” regresa:
“Os digo que no puede haber mejor inauguración de un curso académico en la universidad que aquella que ha tenido como lección inaugural las palabras de Valdivia y Calatrava. Las palabras del arquitecto de las matemáticas, Manuel Valdivia, y del geómetra de la arquitectura, Santiago Calatrava. Profesor y alumno que han sido ambos de esta universidad y cuyos nombres ya están grabados, con una capita de oro, en el bronce que la historia tiene reservado para legitimar la condición humana. Dos calles de esta universidad llevarán sus nombres para siempre. Dos hombres universales a los que teníamos que honrar juntos”.
Usted es una persona que tiene una sensibilidad especial hacia los maestros. Pero con inclinaciones digamos especiales para ser un universitario. Me acuerdo, qué se yo, de su adoración por Concha Piquer.
Yo tenía dos ídolos valencianos mucho antes de soñar venir a Valencia, uno era Blasco Ibáñez, que leí de joven, en las obras completas que tenía mi abuelo, salvo “La araña negra”. De Blasco Ibáñez me admiraba su plasticidad, su realismo, su costumbrismo, su compromiso, su fantasía, …. Y el otro ídolo era Doña Concha Piquer, que era la Montserrat Caballé de la copla. Dominaba el pentagrama y tenía una personalidad arrolladora. Si se me permite la ironía, yo he dicho siempre que para ser un buen rector hay que saber flamenco y haber sido coheter en la Cordá de Paterna. En mi etapa de tornero en la refinería de Escombreras me aficioné a los cantes de Levante y a la copla. De ahí salió mi admiración a Doña Concha Piquer. Quisimos hacerla “honoris causa” pero por desgracia falleció antes. Fui, siendo ya rector, Pregonero del Cante de las Minas de la Unión.
Me acuerdo también de cuando quisieron traer a Paul McCartney para investirlo como “honoris causa”.
Lo intentamos, hicimos gestiones, pero no pudo ser.
Una lástima.
Entre 1990 y 1998, usted estuvo también en el Consell Valencià de Cultura. En ese momento usted era, allí, un joven, entiéndame, entre personas bastante más mayores.
Fue un privilegio, de verdad. Fueron dos legislaturas inolvidables. En una fui propuesto por el PSPV y en la otra fui propuesto por el PP. Poder estar en una corporación cultural junto con García Asensio, Luis García Berlanga, el cardenal Tarancón, Joan Fuster, Juan Ferrando Badía, Xavier Casp, Vicente Montés Penadés, … Con motivo del V Centenario, el Consell hizo un libro buscando la huella dejada por los españoles en América y yo propuse otro libro, el de la huella de América en España. Tuve a tres presidentes en ese tiempo: Gil Albert, Aguilera Cerni y la llegada de Santiago Grisolía; y estrenamos la sede del palacio de Forcalló…
Las aportaciones de Justo Nieto calaron en un organismo que, después, con Santiago Grisolía al frente, puso el acento en la defensa de la investigación y la ciencia. Pero el rector evoca con una sonrisa los días felices de aquel simposio de sabios:
Es que daba gozo oír al cardenal Tarancón cuando decía: “Mire usted, eso no se lo cree ni Dios…”. Y le decíamos, ¡hombre, monseñor, que eso no se dice!
El mundo de las Bellas Artes
Ustedes tuvieron adscritas escuelas externas. El periodismo, por ejemplo, estuvo vinculado a la UPV varios años, en los noventa. Pero ¿cómo fue la entrada de la Facultad de Bellas Artes?
Esa adscripción fue anterior; yo me la encontré hecha. Y recuerdo que el día que fui a tomar posesión “del despacho” tras las elecciones, me dijo un catedrático que se encontraba por allí: “¡Mucho cuidado con los de Bellas Artes!” No dan clases, hacen performances.
¿Qué pasaba?
Decíamos entonces, desde luego con humor, que Bellas Artes llegó a la Politécnica porque la Universitat no la quiso, pues ellos se dedicaban a la Historia del Arte y Bellas Artes eran obreros del arte. Sin embargo, llegó a ser una facultad totalmente integrada y orgullosa de ser politécnica, considerada de las mejores de España y colaborando en investigaciones y actividades de la UPV.
Lo que no pudo ser
Este repaso podría incluir también algunos proyectos que se frustraron, por las razones que fueran. Seguro que hubo alguno. ¿Qué no se hizo?
Claro, ha habido propósitos que no se llegaron a realizar… Para mí, los posgrados mixtos son muy interesantes: sobre una base sólida se trata de darle a un alumno, en función de la oportunidad de negocio o de trabajo, una formación específica para tal fin, como un posgrado de ingeniería con una base de derecho, de medicina o de empresariales o viceversa. Teníamos una actividad muy fuerte en el campo de la biomecánica, porque yo había venido de Santander con esta idea y alguna actividad previa, y pronto tuvimos varios grupos importantes en ingeniería biomédica y bioingeniería.
Lo mismo le ocurría a la Universitat. Hablé con el rector y acordamos con el conseller de Universidades, Esteban González Pons, un convenio para hacer una facultad de Biomedicina e Ingeniería Biomédica donde haríamos posgrados mixtos. La idea era utilizar el edificio de investigación que hay a la entrada en la ciudad por la avenida de Cataluña, que nos lo facilitaba la Generalitat. Pero después me llamó el rector para decirme que “eso no me lo pasa mi claustro”. Y fue una lástima, una oportunidad perdida.
¿Recuerda alguna más?
Otro proyecto que no se realizó fue el de Las Termas, que no fue conocido. Cuando salieron Las Termas a concurso, poco antes de la reforma del balneario Las Arenas, la UPV pujó por ellas porque queríamos hacer una universidad parecida a la Menéndez y Pelayo, pero para todo el año; un ámbito de presencia de posgraduados de Hispanoamérica, que por su currículo estuvieran destinados a ocupar puestos importantes, en el deporte, en la política, en las ciencias, en la empresa, en el arte, en las letras, en la economía, en el derecho, en la tecnología, que vinieran aquí unos seis meses, para entrar en contacto y recibir formación con maestros españoles de prestigio. Finalizada su estancia, irían de vuelta a su país, teniendo un vínculo como embajadores de Valencia. Ellos habrían tenido una experiencia muy potente, se irían con un buen sabor de boca que no olvidarían nunca, y para nosotros hubiera sido de gran importancia.
La verdad es que pujamos aliados con unos empresarios, ellos iban a por la parte de los chiringuitos y nosotros nos quedábamos con las dos termas junto al mar. El ganador del concurso fue un empresario santanderino que nos ofreció Las Termas para el proyecto, pero solo unos meses al año y eso no nos interesó.
Si nos fijamos, muchas de esas propuestas, o ideas, eran excéntricas con respecto a lo que se ha hecho siempre en la universidad española. Diríamos que era desusado.
Bueno, o innovas o abdicas. Si quieres que algo mejore tienes que dejar de hacer lo que estás haciendo. Has de hacer algo nuevo, una apuesta. Eso sí, con el riesgo que ello comporta. Lo que debes procurar es no morir en el intento; pero está claro que haciendo lo mismo no vas a progresar.
¿Y qué pasa cuando las ideas excéntricas, o las grandes novedades, eran de otros?
Es que, en general, las ideas eran de otros, salvo honrosas excepciones. Y, en general, las apoyaba a tope.
¿Y cuál es la clave para generar todo ese tipo de confianza?
Quizás, porque ser rector de todos implica respetar y ayudar al que no piensa como yo. No tengo enemigos políticos ni oirá decir a ningún profesional de la UPV que no le hemos ayudado cuando ha solicitado ayuda.
¿Pero habrá gente y cosas que no soporte?
No sabe usted bien lo que el ser humano es capaz de soportar.
¿Se ha sentido postergado en su universidad?
No, porque no me he sentido importante tampoco…
Eso podría ser falsa modestia…
No, de verdad. Me he sentido querido, me he sentido halagado y respetado y he devuelto afecto y respeto con la misma medida. Pero hay que estar siempre preparado para volver a bajar la escalera. Ser rector no es un puesto de sillón. No he nacido, no he hecho oposiciones para ser rector. He hecho oposiciones para ser catedrático y… si me aprietas, ni eso.
Encajar en el entorno
– ¿Siente que ha sido un personaje que en un momento adecuado encajó bien con el desarrollo de la sociedad valenciana?
Sí, eso me lo han dicho algunas veces; me lo han dicho los empresarios; y reconozco que es así. Pero era un momento en que hacía falta ese espaldarazo a la economía; incluso hoy en día está mal visto ser empresario. Pero si no se genera riqueza, esto no funciona. Mire usted: una sociedad tiene que abrir caminos para que el que más corra, corra más. No se puede poner una sociedad al ritmo del que menos corre; hay que apoyar al que más corre, a condición que se lleve de la mano a su “hermano” que menos corre, y si el hermano no quiere correr tanto, la sociedad tiene que ofrecerle dignidad a menor velocidad.
Murcia asoma en la metáfora de Justo Nieto. Una tradición familiar de la región establece que, en las familias numerosas, un hermano cuide de que el siguiente, digamos su protegido, se establezca y tenga asegurado su porvenir con la ayuda necesaria.
Pero seguimos en el campo de la formación. Estas palabras son del discurso de apertura de curso 1987-1988. Justo Nieto dibuja el ideal de formación y una plataforma de servicio público:
“Una universidad tecnológica debe ofrecer a una sociedad moderna, en primer lugar, profesionales competentes capaces de liderar la creación de riqueza. Esto exige una formación con medios adecuados, es decir, una formación, al menos, coherente con su tiempo. No estamos legitimados para sacar titulados con una formación obsoleta, inadecuada o distante de la que necesita la sociedad. No queremos titulados con formación de la primera revolución industrial, candidatos al paro o a la reconversión posterior y, al mismo tiempo observar atónitos e impotentes, grandes vacíos de demanda social en carreras y títulos que nadie satisface, que nadie llena”.
“Una universidad debe ofrecer a una sociedad moderna, en interacción con la misma, soluciones a problemas de investigación y desarrollo tecnológico, es un grave y costoso error ignorar o despreciar la rica concentración de medios materiales y humanos y de pensamiento interdisciplinar existentes en la universidad. Solo en la UPV existen 1.000 profesores, casi 200 becarios de investigación, 14,000 alumnos y más de 200 laboratorios”.
Formar profesionales, formar personas… Hábleme de todo eso.
La principal función de la universidad es formar profesionales para su inserción con dignidad en la sociedad. Desde que el nano empieza su enseñanza hasta que sale de la universidad son veinte años y podemos formarlo en tres aspectos. Primero, que tenga una habilidad demandable, no pedimos mucho, una habilidad en base a una oportunidad o expectativa. Hay que actuar sobre el plan de estudios para tal fin, algo así como que los planes de estudio deberían estar en blanco en el último semestre y definirlo cuando el alumno llega a esa etapa. En segundo lugar, hay que pedirle a ese alumno que tenga capacidad adictiva al estudio, porque tiene que renovarse varias veces a lo largo de su vida, formándose. Y en tercer lugar, que tenga conocimiento del mundo global en el que está y de sus reglas del juego, pues ha de usar el mundo en su actividad.
¿No le parece un poco dogmática la universidad?
¿Ha dicho un poco? Mire, le voy a poner dos ejemplos, no conozco mejor manera de que un alumno aprenda que la metodología de Machado o método socrático, cuando dice que el maestro ha de ser un mostrador de obviedades, quiere decir que solo se aprende lo que ya se sabe, o al menos así parece que ocurre porque ya lo sabíamos antes. Este método ya lo enunció Sócrates cuando les decía a los que querían condenarle, porque enseñaba cosas malas, “no me matéis, yo solo soy un comadrón que intenta sacar lo que el alumno lleva dentro”. Por tanto, un buen profesor cuando “se enfrenta“ a un aula de alumnos con motivaciones diversas, debe decir, “este es mi momento” e intentar hacer obvio el mensaje. Claro que también sería bueno, justo y necesario, que el alumno dijera “este es mi momento”. y también sería bueno que la sociedad dijera “este es mi momento”, vamos a transformar lo complejo, lo conflictivo, lo difícil en obvio.
Un segundo ejemplo, es cuando se suele decir, con bastante frecuencia, por cierto, que la universidad ha dicho tal cosa como si hablase ex cátedra. Esto es falso, es demagogia, que etimológicamente significa robar la voz del pueblo. La universidad como asamblea no tiene conocimiento por la sencilla razón de que el conocimiento es patrimonio de cada persona y dos personas pueden diferir sobre el mismo tema y es la credibilidad de cada una la que nos permite valorar cuál es “el mejor” conocimiento, veredicto, opinión, … La universidad como asamblea solo tiene legitimidad para valorar rituales ancestrales así convenidos, como, por ejemplo, elegir a un rector.
¿Dónde, cómo, cuándo se aprende?
Para empezar en la familia. La familia es un concepto importante porque en ella se aprenden ciertos valores. La familia habría que inventarla si no existiera ya que, económicamente, es muy rentable. Para empezar, los trapos sucios hay que lavarlos en familia, y no solo en la lavadora familiar. Hay un ámbito de actuación que no se puede hacer desde lo público, no ya por el escándalo, sino, ya digo, porque no es rentable… La familia es el ámbito de intimidad y de valores. Solo a los caóticos les interesa que la familia no tenga el papel que tiene. El alumno va creciendo en un entorno que se supone que le transmite apoyo y valores. Después se aprende con los maestros mostradores de obviedades y finalmente se aprende con el ejemplo de la sociedad y de sus instituciones.
La acción en América
La actividad de la Universidad Politécnica de Valencia en Hispanoamérica llamó la atención muy pronto, por insólita en el ámbito de la cooperación exterior, y por madrugadora. Los gobiernos de Felipe González la fomentaron mucho y la UPV no quiso quedarse atrás.
Guillot evoca la visita de aquel capitán de la Seguridad que ante la visita del rector a Cuba informaba abiertamente: todo podía ser registrado, todo podía ser grabado, todo podía ser vigilado y supervisado… Había que llevar, pues, muchas cautelas. Y sobre todo no cometer excesos nocturnos de los que uno pudiera arrepentirse. Y, curiosamente, los ordenadores que se importaran, nunca podrían exceder la capacidad tecnológica de los ya conocidos e implantados en la isla.
En Cuba, la UPV creó el Centro CETA que llegó a ganar un millón de euros al año. Porque para empezar había empresas españolas, implantadas en la isla, que nos requerían. Meliá, por ejemplo, nos pidió soluciones para su informática; y se lo resolvimos con personal cubano, si lo había, y con el nuestro en su caso.
Del cien por cien de ingresos se hacía un reparto: el cuarenta por ciento era para el gobierno cubano, el veinte para la universidad cubana, la CUJAE, socia de la UPV en el CETA, el diez para la facultad concernida, etcétera. Aún había para dar al personal bolsas de productos de limpieza e higiene, de material escolar, muy codiciado en aquellas fechas.
El señor Vecino, un político que fue ministro, un gigante que medía casi dos metros… nos pidió que le hiciéramos una colonia de casas en su circunscripción electoral. Le dijimos que sí, pero con dos condiciones: la primera que nos permitiera poner nombres valencianos a las calles, la segunda que nos dijera de una vez cómo podían instalarse empresas españolas en la isla. El profesor de arquitectura José María Lozano, preparó un modelo de vivienda de construcción modular, estupendo, que dio grandes resultados. Fueron unas casas de planta baja y piso, modestas pero muy superiores a cualquier vivienda social que hubiera en Cuba.
¿Y cómo lograron recursos?
Entonces estaba lo del 0’7 % del presupuesto dedicado a la cooperación. Lo logramos del ayuntamiento de Elda, que era socialista. Importamos el cemento y la ferralla, que no había, y los cubanos pusieron la mano de obra. Y salió muy bien, a la inauguración fue el alcalde de Elda y el ministro Vecino. Cada vivienda salía por unas cien mil pesetas de entonces.
José María Guillot recuerda la llamada de un amigo: “Oye, que estoy en Cuba y he visto un autobús de la Politécnica circulando”. Era un vehículo cedido por la Caja de Ahorros de Torrent a la UPV, que más tarde cedimos a Cuba; le siguieron otros varios, procedentes de la Saltuv que se acababa de extinguir para dar paso a la valenciana EMT.
Apostamos por Cuba y dejamos claro al empresariado que allí estaba todo por hacer. Que no había tejas, que no había muebles, que cualquier iniciativa iba a tener porvenir. Porque allí estaba la única empresa valenciana trabajando hace años, Cárnicas Serrano, y le iba bien. Todo hacía falta y, si se daba una transición razonable en lo político, podía haber muchas oportunidades. Lo que hacía falta es que la burocracia no mareara y que dejara ir al grano, además de una transición política razonable.
Cuba no fue el único país con presencia de la Politécnica.
Desde luego. Trabajamos mucho en Uruguay creando el Centro DECOSUR y en Guanajuato (México) creamos el Centro VEN y sobre todo en Colombia creamos la Corporación COINNOVAR. Recuerdo un acto de investidura de unos doscientos doctores UPV colombianos en Bogotá. Para ello se desplazó el Claustro de la UPV a Colombia. En el mismo acto se invistió al presidente Betancour doctor “honoris causa” por la UPV y yo fui su padrino.
Un competidor con medios
Es una especie de contradicción que se ha oído más de una vez. Los colegios profesionales, los profesionales liberales, acusan a la Politécnica de competir y hurtar mercado. Y se dice que la suya es una competencia incluso desleal.
Pues sí, ha sido un tema controvertido. Incluso hemos sido denunciados a veces. Siendo conseller creamos una vía que podía haber sido intermedia, el Instituto del Terciario Avanzado. Un instituto para que los profesionales estuvieran al tanto de los últimos avances de la técnica a los que ellos no tenían opciones fáciles para llegar. Pero no hubo acuerdo entre ellos y la medida solo produjo algún éxito en Alicante.
Me pregunto si la UPV puede llegar a ser una máquina arrolladora con sus medios…
Pues llevas razón. Pero también abrimos mercados nuevos… Exploramos áreas nuevas, como la restauración artística, por ejemplo. Un profesional no puede alcanzar los recursos y laboratorios de una universidad, pero una universidad les abre paso yendo por delante. Los estudiantes, además, se emplean en su último curso y están preparados para competir después en la profesión.
La voz y la política
Justo Nieto fue reelegido rector seis veces, en los años 1986, 1989, 1993, 1996, 2000 y 2004. Los respectivos decretos de nombramiento están firmados por los presidentes Joan Lerma, Eduardo Zaplana y Francisco Camps. Entre Ciprià Ciscar y Esteban González Pons, el rector ha saludado a nueve consellers distintos, que han tenido a su cargo el área de Universidad. Cuando ganó las elecciones al rectorado por primera vez era alcalde de Valencia Ricard Pérez Casado, al que sucedió Clementina Ródenas. Durante más de una década, la ciudad de Valencia tuvo dos referentes claros que se proporcionaban señales de una evidente sintonía: Justo Nieto reinaba en su universidad, y la inolvidable Rita Barberá en la alcaldía. Y ambos, tan semejantes en algunos rasgos de carácter, parecían hechos a la medida y compartían el secreto de saber ganar una elección tras otra.
Rita decía de Justo Nieto que era su rector favorito. Cuando el rector Nieto, fue mantenedor de la Fallera Mayor de Valencia, al volver del atril al asiento, le dijo Rita, “si a mí un hombre me dice lo que le has dicho a la Fallera Mayor me desmayo”. Cuando les dieron a ambos las llamas rotarias de Valencia en las palabras de agradecimiento del rector le hizo una galantería a Rita “ Rita es una mujer, en la que uno pone la cabeza en su pecho y sabe que despierta vivo” ella aceptó el piropo efusivamente.
La política no debe entrar en la universidad, pero la universidad ha de estar bien atenta a la política. En la apertura del curso 1994-1995 veremos a Justo Nieto no menos que extasiado ante los dos veteranos sabios a los que acaba de investir como doctores “honoris causa”: el cardenal Vicente Enrique y Tarancón y el profesor Pedro Laín Entralgo:
“Dichosos los que hoy hemos podido oír la palabra y sentir la presencia de casi un siglo de historia, de un siglo de sabiduría y el aroma de luz de púrpura, es la primera vez en la historia de España, así lo creemos, que la dignidad del sacerdocio es reconocida por la dignidad de la academia con la concesión del título de doctor honoris causa, el máximo honor en este templo de sabiduría en acción que es la Universidad Politécnica de Valencia”.
A la investidura del cardenal Tarancón vinieron arzobispos y cardenales con sus mejores galas. El cardenal les dirigió unas palabras: “… que la verdad no es un patrimonio de la Iglesia…”, les dijo. Como diciendo ¡que no os habéis enterado todavía! El cardenal Tarancón falleció días después. El rector cuenta que cuando le dio el abrazo preceptivo del ritual, el cardenal no le retiraba su cara de la del rector, como si quisiera despedirse.
Los elogios hacia el filósofo y médico turolense no fueron menores. Pero nos interesa ahora la ironía que el rector cruzó con el cardenal, compañero en el Consell Valencià de Cultura. Porque vino a implorarle influencia en el cielo:
“Sobre todo para desoxidar y desasnar algunas conciencias y actitudes que en todas partes hay, don Vicente, y que se empeñan en que renunciemos a las posibilidades que ofrecen el espacio, la tecnología y las ideas”.
La crisis del año 1992 había ido a más y los tiempos económicos no eran buenos. Se avizoraba un cambio político y la universidad, en España, estaba sufriendo angustias económicas.
“Un nuevo curso que arrastra viejos y graves problemas. Tal es así, que creo no exagerar si afirmo que este curso se abre para nosotros bajo el signo mismo de la preocupación. Estamos seriamente preocupados porque existe el riesgo de que la Universidad Politécnica de Valencia, que ha logrado conseguir, con su gran esfuerzo, un prestigio de trabajo bien hecho, una calidad en la formación de sus titulados y un reconocimiento de la sociedad a la que sirve, existe el riesgo, digo, de que pueda retroceder en dichos logros, convirtiéndose en una rémora de la sociedad en vez de ser un motor de la misma”.
Los universitarios trabajaban en un clima adverso: faltaban medios en las aulas, muchos alumnos no podían acceder a los estudios que preferían y no pocos titulados emprendían el camino del paro. Aquí surgirá el rector reivindicativo que levanta la voz ante las autoridades en demanda de soluciones. Este párrafo, sin exageraciones, es un grito:
“Y no pasa nada. Ni los rectores, ni los portavoces de la sociedad, ni los que tienen la responsabilidad de gobernar, ni los empleadores, ni los padres de la cultura, ni los padres de los alumnos, ni los padres de la información. Todos esclavos del mismo angustioso y cómplice silencio, silencio, que es debido a factores tales como: ignorancia de cómo han de hacerse las cosas, miedo ante el riesgo que representa las nuevas cosas, miedo por el qué dirán, impotencia ante legislaciones obsoletas o no desarrolladas como la de libertad de cátedra, pongamos por caso”.
El rector también cuidó el detalle de dar el doctorado “honoris causa” al valenciano Emilio Attard, presidente de la comisión que en el Congreso redactó la Constitución Española en 1978. Todos los ponentes habían tenido un reconocimiento oficial y solo don Emilio había sido postergado.
Caímos en ese hecho, cuestión de pura sensibilidad, y le dimos la distinción. Y me consta que fue muy feliz y muy agradecido. La abogacía valenciana también nos lo reconoció.
El poder, el gobierno, la política… Quizá Justo Nieto se ha hecho conservador con el tiempo… Pero lo preguntaré de otro modo: ¿Qué vale la pena conservar?
Se dice que tres son multitud, ¿no es verdad? Yo digo que dos son multitud e incluso uno solo ya lo es. Y a una multitud, o le pones reglas de juego o hay crisis asegurada. Yo creo que hay que ser conservador en lo que se refiere a pactar las reglas del juego.
Me gustaría una independencia judicial clara, un ejecutivo que decidiera y respetara las reglas del juego, y sobre todo, un legislativo con personas competentes, elegidas por listas abiertas que hiciera leyes con buen sentido.
A veces es usted contradictorio. ¿Quizá su vida es una batalla en la contradicción?
Eso parece de Unamuno. Tiene usted razón, creo que soy un ser anárquico condenado por convicción a ser un hombre de orden. La libertad, el caos generan ideas y progreso; el orden genera paz, estabilidad, funcionamiento de una sociedad sin sobresaltos. Ambas cosas, o sea, la contradicción, son necesarias.
Leyendas y mitos
Justo Nieto ha sabido atemperar, dosificar, el delicado paso de persona a personaje. Hay hechos en sus primeros años de estudiante que han configurado leyendas y mitos. El hecho de haber sido pastor de cabras de joven, por ejemplo. Seguramente espantó a algunos académicos a la antigua usanza el hecho de que no ocultara que pastoreó cabras mientras estudiaba maestría industrial. Los periódicos lo insertaron en sus reseñas, con una mezcla de curiosidad punzante y provocación. ¿Pero, por qué ocultar que transportó cemento entre Valencia y Cartagena o que trabajó de tornero y en la sentina de muchos barcos si son cosas ciertas? Nada como haber tocado el mundo real para el manejo del mundo de las ideas.
Como diría Machado por boca de Juan de Mairena: “La gente del campo tiene llena de fantasías la cabeza”. Somos de una generación en la que nuestros padres, como sufrieron mucho durante la guerra, han procurado hacernos la vida más fácil que la que ellos vivieron. Bueno, eso, en algunos casos, dio como resultado gente más díscola y que iba a la suya. El concepto tradicional de familia se disolvió un poco…
Para reforzar los recuerdos, Justo Nieto busca en el teléfono imágenes de los años sesenta.
Esta es de cuando trabajé como tornero. Estaba enrolado en una especie de brigada de choque, unos mercenarios “pacíficos”. Cuando los petroleros que venían del Golfo Pérsico, llegaban a Escombreras cargados de crudo, los de la empresa de mantenimiento apenas teníamos veinticuatro horas para hacer revisiones, comprobaciones, ajustes y lo que hiciera falta. Nos metíamos en la sentina, en la sala de máquinas y repasábamos todo: pistones, válvulas, … en el tiempo de descarga. Era un trabajo duro, a cuarenta grados, en la zona de motores y calderas, y entre barco y barco, los que estábamos contratados por oficio, como era mi caso, trabajaba de tornero. Lo bueno es que encima tenía un maestro de taller, que creía que yo le quería quitar la plaza y no me facilitaba la tarea, menos mal que el director de la empresa me apoyaba.
¿Eso lo simultaneaba con los estudios?
Sí. Mientras tanto estudiaba, y asistía a las clases que podía, una o dos al día. Tenía una moto y compensaba el tiempo de los desplazamientos y clases con las vacaciones, que renunciaba a ellas, y con las horas de la comida. Además, con alguna tontería que otra, como, por ejemplo, yo tenía la costumbre, durante los fines de semana, de ponerme al día en la materia de todo el curso desde el último examen, me propuse, por si acaso, estar preparado en todo momento por si ponían algún examen.
Aparecen las fotos de un Justo Nieto joven, en el equipo de mecánicos navales. Los primeros sesenta fueron tiempos duros; pero no solo para el que estaba llamado a ser rector…
Nunca he pensado en el destino porque soy incapaz de entenderlo, quizás porque también soy bastante agnóstico. Yo tenía un profesor de matemáticas que decía que las ideas, la matemática están en el aire, al alcance de todos y hay que saber cogerlas. A lo mejor pasa igual con el destino. Esta otra foto es la del camión: un Dodge Dart con motor Perkins. Le llamaban la Vaca Flaca por la forma del capó. Era la mecánica, el transporte que había; pero dio de comer a muchas familias.
Justo Nieto vive en el campo, en una casa rodeada de huerta, que cuida personalmente.
Durante el primer año que pasamos en Valencia vivimos en la Malvarrosa, en una casa sencilla, no muy grande. Pero pronto cambiamos de rumbo y nos vinimos al campo. Vivimos aquí casi 50 años.
Pero campo-campo. Esto no es “una urbanización de las afueras”, como se suele decir.
No, esto es Olocau, el campo. Una casa con unos tres mil metros cuadrados de parcela donde tengo frutales, huerta para casa y tres gallinas.
Aparte de la casa, en la parcela hay un invernadero de tamaño profesional y una pequeña edificación con tres estancias dedicadas a almacén y gallinero, más un taller donde el ingeniero industrial desarrolla su capacidad para preparar y reparar mecanismos, válvulas de riego y todo lo imaginable. Los paneles de herramientas, su organización, orden y limpieza, darían envidia a los mejores profesionales.
Hago muchas tareas de campo y, por ahora, resisto.
En la puerta de la casa hay un “ninot” de falla que intentó representarle, con las gafas y su traje, en las fiestas de marzo de hace muchos años. La naturalidad, la normalidad está presente en todas partes.
El rector agricultor tiene cosechas durante todo el ciclo anual y no se amilana ante el cultivo complejo de algunas frutas o verduras. El manejo de un par de mulas mecánicas, los ciclos de poda y leña, los sistemas de goteo y de abono… Cuatro parras variadas son la prueba de que en Olocau no hay territorio agrícola sin explorar: desde la humilde acelga al exótico carambolo, Justo Nieto está en todo.
Moros y Cristianos
Era un ritual inevitable. Cada año, los redactores-jefe de los periódicos debían enviar a un fotógrafo a la Parada Mora que en la fiesta fallera desfilaba por la calle de Almirante Cadarso. Porque en ella desfilaba, con un atuendo suntuoso y con el inevitable puro, el rector de la Universidad Politécnica, Justo Nieto.
Era insólito: un rector metido en lo más hondo de la fiesta. Lo fue al menos el primer año. Luego, muy pronto, tuvo acompañantes, y también imitadores: el presidente de la Generalitat, Joan Lerma, fue de los primeros en darse de alta en la fiesta, junto a un rector que, sin pretenderlo, mostraba a todos que era un hombre sin complejos. Desfiló de moro o cristiano varias veces en Alcoy, como coheter varias veces en la Cordá de Paterna, se vistió de fallero y estuvo con la Falla UPV en la ofrenda, fue mantenedor de reinas de fiesta de numerosos pueblos de la Comunidad Valenciana: Requena, Utiel, Liria, Navajas, Semana Santa Marinera, Oliva, en donde, además del pregón, desfiló montado en camello, quizás, si se me permite la ironía, porque ya tenía el carnet de conductor de camellos, obtenido en Las Palmas, pocos años antes.
Decíamos que la UPV estaba para servir al pueblo, porque era “carne de pueblo” y había que dar ejemplo.
Y una última pregunta. ¿Cree que si hubiera tenido hijos hubiera podido dedicar tanto tiempo a la UPV?
Depende del número de hijos, pero con mi esposa es posible, ella ha sido una gran colaboradora con mucha capacidad de trabajo, pues ha sido profesora, investigadora en la UPV y pionera en informática médica. También es de campo, como yo, y me ayuda asimismo en las tareas agrícolas y de jardinería.
El 11 de septiembre de 2001, un ataque terrorista contra Nueva York y Washington había obligado al mundo a ver, consternado, el hundimiento de las Torres Gemelas y el inicio de una modalidad nueva de conflicto en el planeta: la lucha contra el terrorismo. Terminada la Guerra Fría, caído el Muro de Berlín y desmembrada la Unión Soviética, el planeta abría la puerta a otro escenario global. A primeros de octubre de 2001 —apenas tres semanas después—, el poeta Paco Brines acababa de recibir los atributos de su doctorado “honoris causa” y se disponía a escuchar a Justo Nieto.
“Este es un curso académico que se inicia encontrándonos aún consternados de hasta dónde puede llegar la barbarie humana: consternados por la magnitud de la locura, no por el dolor producido, pues el dolor causado por una sola vida, arrebatada a un solo inocente en cualquier lugar del mundo, vale más que todas las sinfonías y que todos los libros juntos que se hayan escrito, pero a ese dolor ya estábamos acostumbrados. El ser humano debiera saber que sólo está autorizado para ejercer la violencia del amor, ya sea amor a las cosas, ya sea a las ideas, o a los seres humanos. El ser humano no debiera olvidar que sólo le están permitidas las explosiones de afecto, de pasión de la palabra o de manifestaciones de sensibilidad. Exactamente como D. Francisco Brines ha hecho hoy con nosotros. Exactamente como ha hecho a lo largo de toda su vida con todo lo que ha estado a su alrededor y a su alcance. Era hora de devolver a este universal valenciano ilustre algo de lo que él nos ha dado. Gracias, don Francisco. ¡Viva la vida!”