La UPV en La Habana

colabora José M.ª Lozano Velasco 

A comienzo del curso 92/93, el rector informó sobre un viaje inminente para explorar nuevas oportunidades de colaboración académica dentro de la política de internacionalización impulsada por la UPV. Este esfuerzo se centraba principalmente en Iberoamérica, donde ya se habían iniciado con éxito convenios y experiencias de intercambio e investigación conjunta en países como Argentina, Colombia, Uruguay y México. Con una ambición razonable y bien fundamentada, la Universidad aspiraba a liderar el ámbito universitario de la colaboración académica. En este contexto, José M.ª Lozano fue invitado a unirse a una pequeña delegación para explorar las posibilidades de relación universitaria en Cuba.

De las reuniones sostenidas al más alto nivel durante aquella primera visita a Cuba, incluida una de carácter más protocolario con Fernando Vecino, Ministro de Educación Superior, surgió en el rector la idea de establecer una colaboración institucional permanente. Esta colaboración se concebía como una política de cooperación al desarrollo en el ámbito académico.

Primeros pasos efectivos

Apenas unos meses después, José M.ª Lozano regresó a Cuba por encargo del rector, quien le pidió que indagara la posibilidad de formalizar un convenio marco de colaboración académica con el ISPJAE. Este convenio tenía como objetivo concreto la creación de un centro conjunto de transferencia de tecnología para impulsar los resultados de investigación de ambas universidades.

En el marco de esta misión, el embajador de España, José Antonio San Gil, le recibió y aunque expresó cierto escepticismo al advertir sobre los riesgos derivados de un apetito económico insaciable, ofreció su colaboración de manera amable y solicitó ser informado de los avances a través del Consejero Cultural.

Tras esta gestión regresó a Valencia con un borrador de convenio para la creación de un centro conjunto, que fue denominado “Centro de Estudio de Tecnologías Avanzadas” (CETA) y recibió la conformidad del rectorado.

Microbrigada de Oriente. Jose M.ª Lozano en el centro

Creación y consolidación del CETA

La UPV estableció un centro de coste específico para financiar el Centro de Estudio de Tecnologías Avanzadas (CETA). Justo Nieto confió en José M.ª Lozano para ponerlo en marcha, nombrándolo Director por la parte española; por la parte cubana, el cargo fue asignado a Hugo Wainshtok. La puesta en marcha requirió varios viajes, cada vez de mayor duración, que resultaron frenéticos y, en ocasiones, desesperantes hasta que logró “aplatanarse”, término utilizado para describir la necesidad de aclimatarse a la vida y cultura cubanas, marcadas por una combinación de seguridad prepotente e ineficiencia derivada de una gigantesca burocracia administrativa. 

La CUJAE contaba con un pequeño hotel para invitados en primera línea del distrito de Miramar, en la intersección de 1.ª y 22. Tras una rehabilitación sencilla financiada por la UPV, la planta alta fue habilitada para el equipo del CETA. Durante el proceso, se instalaron carpinterías exteriores de PVC de color blanco, que han mantenido buenas condiciones hasta la actualidad. 

En mayo de 1995, Justo Nieto, acompañado por el entonces vicerrector de investigación Elías de los Reyes, viajó a Cuba para la inauguración oficial del CETA. El evento estuvo presidido por Fernando Vecino, general del ejército que en su juventud formó parte del círculo cercano a Fidel Castro, quien asistió en calidad de ministro de Educación Superior. Estuvieron presentes también el rector Antonio Romillo, su jefa de despacho Gema Sosa, algunos de sus vicerrectores y el embajador español, Eudaldo Mirapeix, quien fue acompañado por el embajador de Inglaterra, la embajadora de Argentina, Susana Grané —una figura especialmente sensible a los aspectos culturales y científicos—, así como otros diplomáticos extranjeros, incluido el cónsul general de Francia, Jean Luc Bertolino. La ceremonia, marcada por un estilo sencillo pero impregnado del “espíritu de la revolución”, se complementó con el particular estilo de la UPV que su rector había consolidado con éxito.

Apenas unos días después de su inauguración, la actividad del CETA adquirió un ritmo vertiginoso. Se pusieron en marcha numerosos proyectos de transferencia de tecnología con pequeños empresarios extranjeros, incluidos algunos españoles que ya mantenían contactos previos con el Instituto Politécnico cubano. Aunque no todos los proyectos culminaron con éxito, el balance general, incluso en términos económicos, fue siempre positivo.

Cuba asumía los costes de mantenimiento y servicios, incluidos el combustible, costoso y a menudo escaso, necesario para el transporte, así como los modestos salarios del personal, pagados en moneda nacional. Por su parte, la UPV asignó un presupuesto esencial que permitió complementar de manera eficaz los gastos derivados de viajes extraordinarios, trabajos específicos y otros recursos inaccesibles en pesos cubanos. Este presupuesto también sirvió para cubrir incentivos personales que facilitaron el funcionamiento ágil y satisfactorio de las actividades del centro.

Contactos institucionales complementarios

Los contactos institucionales pronto se ampliaron hacia otros ámbitos de gran interés, especialmente en relación con la figura del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, quien desempeñaba un papel central en La Habana Vieja, con competencias equivalentes a las de un ministro del Gobierno. Leal, una figura clave en la rehabilitación del centro histórico conocido como “la ciudad de las columnas” (en referencia al término acuñado por Alejo Carpentier, quien además era arquitecto), también lideró fructíferas relaciones internacionales en los campos cultural, comercial y académico.

Desde su oficina, ubicada junto al Palacio de los Capitanes Generales, Leal supervisaba proyectos que abarcaban desde la hostelería hasta la renovación urbana. Entre estos destacan el Hotel Santa Isabel, antiguo palacio de los Condes de Santovenia, y el Hotel Dos Mundos, conocido por haber alojado a Ernest Hemingway. También dirigió la Oficina de Arquitectura del Malecón, en colaboración con la Junta de Andalucía, donde se desarrollaban proyectos con equipos mixtos hispano-cubanos. Estas iniciativas incluyeron tanto construcciones de nueva planta como intervenciones en el patrimonio y proyectos urbanos emblemáticos, como el parque Diana de Gales y el dedicado a los Beatles. Además, el Hostal Valencia, situado en la calle Oficios, se destacaba como un lugar donde se podía disfrutar de una paella sorprendentemente ortodoxa.

Gracias a la mediación de Eusebio Leal, se logró resolver un asunto diplomático que llevaba tiempo estancado: la cesión temporal a España de la “casa de las Cariátides” para su uso como centro cultural. Previamente, el director general de Cooperación para Iberoamérica, el valenciano Luis Espinosa, siguiendo indicaciones del también valenciano Fernando Villalonga, quien ejercía como Secretario de Estado del Gobierno de Aznar, había otorgado a José M.ª Lozano la condición de asesor ad honorem de la Embajada de España. En ese momento, la embajada estaba dirigida por Javier Sandomingo como encargado de negocios, debido a que el gobierno cubano había retirado el placet al embajador Coderch.

Se negoció directamente con Leal un convenio que contó con el respaldo de la Embajada de España. Este acuerdo establecía que España asumiría los gastos de rehabilitación del edificio, su amueblamiento y mantenimiento. El inmueble, un caserón semiabandonado de cuatro plantas con estilo neoclásico ubicado en el Malecón, albergaba en su planta baja a una pequeña orquesta local que utilizaba el espacio para ensayos. Leal facilitó el acceso a la Oficina de Proyectos, desde donde, con la colaboración de un joven arquitecto, se redactó un proyecto de intervención para dotar al espacio de usos culturales diversos. Entre estos se incluían conferencias, recitales, conciertos y una biblioteca y hemeroteca de acceso libre, equipada con ordenadores y conexión a Internet.

La inauguración se realizó en dos fases: primero con un recital de poesía de Dulce María Loynaz, quien fallecería poco después, y posteriormente con una conferencia del escultor valenciano Rafael Trénor. El resultado arquitectónico fue ampliamente satisfactorio, y el impacto social del proyecto se consideró un éxito.

Un ejemplo adicional de las iniciativas impulsadas fue la creación de un boletín periódico de comunicación, editado de forma sencilla y con una tirada reducida, destinado a registrar los logros alcanzados en transferencia de tecnología y la activa participación del claustro de profesores del Instituto cubano y de la UPV en cursos de actualización o perfeccionamiento, tanto como receptores como impartiendo formación.

Numerosos profesores valencianos destacados se trasladaron a Cuba para colaborar en áreas diversas, como matemáticas, tecnología de alimentos, agricultura sostenible, gestión académica e incluso medicina. Entre tantos otros, cabe mencionar a Pedro Fito, quien formó a numerosos alumnos cubanos de posgrado y dirigió la tesis doctoral de Débora Castro, hija de Raúl Castro; Paco Payri, quien donó un banco de ensayos de motores a la CUJAE; Vicente Conejero, que impartió formación sobre biología molecular y celular de plantas; y Pedro Pérez Carreras, quien ofreció conferencias sobre cálculo avanzado.

Asimismo, especialistas del sistema público de salud valenciano, como las doctoras Alicia de Miguel, quien donó un banco de sangre, y Reme Giner, experta en hepatología, contribuyeron significativamente. En el ámbito artístico, se llevaron a cabo eventos como un concurso de pintura para jóvenes artistas, que incentivó la adquisición y exhibición permanente de las obras premiadas en el CETA, y una exposición de El Flaco, un destacado fotógrafo valenciano especializado en retratar escenas populares y de la vida cotidiana.

El boletín también dedicaba espacio a estos eventos, anunciándolos previamente o incluyendo crónicas de lo ocurrido, acompañadas, en ocasiones, de imágenes relacionadas.

La historia de la vivienda pública o social en Cuba fue el tema central de un proyecto de investigación que permitió a José M.ª Lozano acceder a la cátedra de Proyectos en la UPV. Este logro, más que un reconocimiento, representó también una muestra de agradecimiento hacia su labor. Años después, el joven arquitecto cubano Alejandro Pérez Trueba, quien cursó en Valencia el Máster de Arquitectura, Paisaje, Urbanismo y Diseño, amplió este trabajo al incluir las últimas investigaciones de Lozano en su trabajo de fin de máster (TFM), titulado “Vivienda social en Cuba. Elementos singulares de la década de 1960”. Este trabajo obtuvo la calificación de sobresaliente. En la actualidad, Pérez Trueba reside y ejerce su profesión en Estados Unidos.

Justo Nieto con Juan Vela

Un centro de estudios multipropósito

Una vez consolidado, el CETA adquirió cierto prestigio internacional, destacándose no solo como un espacio académico y profesional con funciones de asesoría, sino también como un lugar de encuentro y celebración de eventos festivos y culturales. Además, logró mantener una economía saneada tanto en moneda nacional como en divisas. De manera notable, continuaba activa la cuenta en dólares autorizada en su momento por Carlos Lage, lo que facilitaba los procedimientos administrativos relacionados con la ejecución del presupuesto.

En las paredes de las oficinas actuales del centro aún se conservan algunos de los cuadros premiados en las convocatorias para jóvenes artistas, a las que participaron nombres que hoy cuentan con amplio reconocimiento. Entre ellos destaca Adrián Pellegrini, un pintor cubano contemporáneo cuya obra forma parte de importantes colecciones privadas y que contó con el impulso de la UPV en sus inicios.

El centro recibió la visita de figuras destacadas del mundo cultural, como la ministra Carmen Alborch, el escultor Rafael Trénor, el poeta Joan Margarit, Mariscal, Almodóvar y Bibiana Fernández, así como académicos de otras universidades españolas, como Aranguren, Gallegos, Matos, Castillo, Nieto y Sobejano, que acudieron acompañados de estudiantes de la Escuela de Madrid. 

Antonio Romillo, Justo Nieto y Eduardo de Quesada

Episodios destacables

Cuando el rector encargó la tarea de identificar a un científico de relevancia que pudiera sustentar una candidatura para doctor “honoris causa” por la UPV, no parecía haber escasez de nombres. Sin embargo el encargo se entendió en un sentido más profundo, recordando el acto celebrado en el Palau de la Música para el primer doctor “honoris causa” de la Universidad, el maestro Joaquín Rodrigo, o el de la investidura de Montserrat Caballé. No en vano, la UPV mantiene una proximidad con el Conservatorio de Música. De estas reflexiones surgió la idea de proponer a Alicia Alonso como nueva doctora “honoris causa” de la UPV, una propuesta que finalmente se materializó.

No fue necesario un gran esfuerzo para convencer al rector, quien respaldó la propuesta desde el principio, ni para lograr el consentimiento de la prima ballerina, quien, con gran amabilidad, aceptó durante un almuerzo en La Ferminia, en compañía de Pedro Simón y Ernesto Rodríguez Nogueira, hoy destacado escultor isleño residente en Mallorca.

El 6 de mayo de 1998, en la Sala Maestro Rodrigo del Palau de la Música, José M.ª Lozano tuvo el honor de leer en nombre de Alicia Alonso y de su brazo las palabras de respuesta al discurso del padrino, el catedrático de Bellas Artes Julián Abril. Este momento quedó profundamente grabado en su memoria y veinticinco años después, en el último homenaje en vida de Alonso, tuvo la oportunidad de entregarle en su residencia en La Habana una edición actualizada del libro “Alicia Alonso, más allá de la técnica”, supervisado por su autora María del Carmen Hechavarría.

En aquella ceremonia en el Palau participaron el ballet nacional de Cuba y Zenaida Romeu con su Camerata. Por su parte, en el homenaje en La Habana, estuvieron presentes las cámaras de la televisión cubana, responsables del último documento audiovisual breve existente sobre la artista.

Consuelo Císcar no tardó en incluir a la destacada figura de la danza clásica en sus proyectos valencianos. Según su propia valoración, expresada con el trato siempre exquisito que la caracterizaba, el nombramiento académico contribuyó significativamente a la consolidación del Ballet Nacional de Cuba tanto en España como en su propio país. El rector Justo Nieto había concebido este nombramiento como un acto de especial valor estratégico.

Con apariencia de una formalidad democrática, el entonces ministro de Educación Superior, el general del ejército Fernando Vecino, presentó su candidatura por San Luis de Oriente, cerca de Santiago de Cuba. En este contexto, se reunió con Justo Nieto y le expresó: “Mira, rector, voy a pedirte algo que solo puedo pedirte a ti. Sabes que tenemos elecciones, soy candidato por San Luis y necesito construir unas viviendas sociales allí. Solicito la colaboración de la UPV”.

La UPV ya había demostrado una gran generosidad hacia Cuba, enviando con frecuencia contenedores cargados de libros, material y mobiliario docente, autobuses de la EMT e incluso un autobús propio de la Universidad. Esto era posible gracias a la colaboración de ayuntamientos y entidades que permitían gestionar la donación de recursos con fines solidarios. El rector Nieto respondió: “De acuerdo, con dos condiciones: la primera, que se asignen nombres valencianos a la toponimia de los lugares, y la segunda, que se facilite la entrada e implantación de empresas valencianas”. Esta última condición era clave para Nieto, quien solía afirmar que una de las razones para que la UPV estuviera en Cuba era prever que, en caso de una transición “amable” hacia la normalidad, en un contexto donde prácticamente todo estaba por hacer, mantener o reponer, la sólida y diversa economía valenciana podría encontrar un excelente mercado.

Para atender esta solicitud, Hugo Wainshtok, especialista en ferrocemento y técnicas de aligeramiento estructural, junto a José M.ª Lozano, formaron un equipo que diseñó un prototipo de vivienda de bajo coste, semi-autoconstruida, ampliable y adaptable al clima local. 

Además, desde el CETA se lideró la ejecución de una línea eléctrica que, por primera vez, llevó electricidad a sectores montañosos de la misma provincia. Un recuerdo significativo, también presenciado por el rector, fueron los viejos televisores que habían permanecido años esperando ser utilizados en hogares accesibles únicamente a caballo. El proyecto requirió una gestión creativa y flexibilidad en ciertas exigencias técnicas menos relevantes. Sin embargo, el objetivo se logró con éxito.

Una noche de San José, y tras disfrutar de espléndidos arroces servidos por el restaurante La Paella de La Habana Vieja, mientras sonaba el Himno Regional, se celebró en el patio del CETA, junto a la piscina natural de agua marina, un evento singular: la quema de la primera falla, que se sepa, en la historia de la perla del Caribe. Los ninots fueron elaborados por estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA), quienes los cedieron especialmente para esta ocasión. Sin embargo, organizar los fuegos artificiales resultó ser un desafío más complicado.

Reconocimiento académico a Justo Nieto con el “honoris causa”

Fue Lozano quien impulsó, inicialmente sin conocimiento del rector, el proceso que culminó con la concesión del título de doctor “honoris causa” al rector Justo Nieto por parte del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría. Según quedó reflejado en el acto académico, Romillo, padrino de la ceremonia, destacó el profundo significado de este reconocimiento. El trabajo continuado del rector Nieto en la cooperación académica al desarrollo, mediante transferencia de tecnología y modelos de gestión, desde la creación del CETA hasta su consolidación, justificaba plenamente esta distinción. La iniciativa fue respaldada tanto por las universidades implicadas como por el Ministerio.

Las palabras pronunciadas por Nieto al ser investido como doctor “honoris causa”, cargadas de humanidad y rigor, no fueron menos poéticas que las que en su momento dedicó a Alicia Alonso en Valencia: “Alicia vino del mar, en un barquito velero, con marineras de azúcar…”.

La cena de celebración contó con la presencia de Débora Castro, doctora por la UPV, junto a sus padres, la elegante y destacada Vilma Espín y el vicepresidente y ministro del Interior Raúl Castro. Este último invitó a los representantes de la UPV y a las autoridades cubanas a continuar el encuentro en su despacho oficial. No obstante, con la aprobación del rector, Lozano declinó asistir debido a la exclusión del cónsul de España, quien, presente en la cena, representaba la máxima autoridad española en el lugar. En aquel momento, aún no se contaba con un embajador definitivo.

Síntomas de agotamiento

Una década después del inicio del proyecto, el éxito cuantificable de la actividad del CETA, respaldado tanto por su Memoria de Actividades como por su Cuenta de Resultados, parecía entrar en contradicción con la falta de avances significativos en la consecución de estándares de excelencia académica, alejados de influencias políticas. Esta misma percepción era compartida por empresarios, profesionales y diplomáticos.

Desde un punto de vista interno, los cambios en las responsabilidades académicas del ISPJAE y en las políticas de los Ministerios dieron lugar a nuevas tendencias y objetivos. Durante este período, Bada reemplazó a Romillo como rector, y este último asumió el cargo de viceministro, al igual que Vela, quien había sido rector de la Universidad de La Habana.

En un plano más cercano, el equipo del CETA continuó destacándose por su eficiencia, humildad en el liderazgo y una imagen de coherencia y rectitud, acorde con las expectativas del proyecto.

Siempre se confió en que el camino trazado durante aquellos años podía ser recorrido y mejorado con el tiempo. Esta creencia fue corroborada por el profesor Pérez Carreras, cuya exquisita manera de abordar el tema ha sido motivo de agradecimiento constante por parte de todos.

Agradecimiento final

Sería injusto concluir estas páginas sin recoger el agradecimiento de José M.ª Lozano, que va más allá de lo formal, abarcando experiencias y hechos, tanto profesionales como vitales. Manifiesta con orgullo su condición de director español del CETA y cofundador del Centro de Estudios. Entre los hitos destacados de su trayectoria académica se encuentra su labor como profesor con la categoría especial en el ISPJAE, hoy Universidad Politécnica de La Habana, y en la histórica Universidad de La Habana, donde dedicó varios años con entusiasmo a la enseñanza de proyectos en su Facultad de Arquitectura. Además, su intervención profesional en el Palacio de las Cariátides y en las viviendas para San Luis de Oriente constituye una parte sólida de su trayectoria. El aprendizaje derivado del contacto con otras costumbres, razones, disciplinas y culturas enriqueció de manera significativa su patrimonio personal y profesional.

En cuanto a las personas, expresa un profundo reconocimiento hacia todas las que aparecen mencionadas en estas páginas, evitando establecer jerarquías o un orden de importancia, ya que considera que todas merecen igual gratitud. Reconoce, no obstante, que alguna ausencia, seguramente más de una, podría hacer que el conjunto resulte imperfecto.

Hugo Wainstohk, director cubano del CETA