colaboran M.ª José Pascual y M.ª José Sanz
Estas son nuestras experiencias y anécdotas a lo largo de 36 años en la peluquería de la UPV. Al recordar, vienen a nuestra mente muchas historias. Como aquellos avisos de bomba falsos que hacían salir a todos al solar, donde estamos ahora, porque alguien seguramente no había estudiado para el examen. O cuando una pareja ya mayor, detrás de la peluquería, comenzó a besarse apasionadamente mientras nosotras, sorprendidas, no sabíamos qué hacer.
Otra vez, un chico extranjero, al pedirle que pasara al lavacabezas, se arrodilló, pensando que así se lo lavaríamos. También recordamos a un profesor excéntrico que se arrodilló para recitarnos un poema. Y aquel estudiante musulmán que insistió en que no le podía cortar el pelo una mujer; como no tuvo otra opción, se mostró maleducado, y fue necesario llamar a seguridad.
Durante estos años hemos vivido muchas anécdotas, como el intento fallido de atraco de una pandilla de fuera que intentamos espantar. En dos ocasiones recibimos un equipo de fútbol de Puerto Rico, quienes venían a jugar una final contra la UPV y, para prepararse, les decoloramos el cabello, creando un ambiente animado.
También tuvimos el honor de peinar durante años a las estudiantes Erasmus que se vestían de falleras. Todas llegaban tarde, oliendo a leña de las paellas, de distintas nacionalidades, y verlas con los moños era alucinante tanto para ellas como para nosotros. Algunas llegaban con trenzas afro, y montarles los moños era todo un reto, pero una experiencia enriquecedora.
Cómo ha cambiado la Universidad… En aquellos tiempos, aparcábamos en doble fila en lo que hoy es el Ágora, empujando coches hasta poder sacar el propio. Vivimos momentos tristes también, como algún suicidio en el campus.
Nuestros clientes siempre nos han tratado como familia, ayudándonos a lavar y barrer. Cuando las tiendas estaban en la planta superior (el bazar, la agencia de viajes, la peluquería), nos comunicábamos por un pasillo y compartíamos risas y buen ambiente. Íbamos todos al mismo baño, almorzábamos juntos, y hasta nos cruzábamos en el vestuario con Javier o Pepe, lo que nos arrancaba muchas carcajadas.
Hubo también estudiantes Erasmus que no hablaban español, y sus compañeros de piso les jugaban bromas, escribiendo lo que querían en un papel que nada tenía que ver con sus deseos. Hoy en día, con el traductor del móvil, ya no ocurren esos malentendidos.
Las cosas han cambiado. Antes, todo era más cercano y familiar. Teníamos una relación más estrecha con la Universidad; nos escuchaban y se nos tenía más en cuenta. Ahora, hay que solicitar audiencia y no siempre se facilitan las cosas. Esta es también una de nuestras vivencias.
Recordamos cuando el príncipe Felipe visitó la UPV; incluso registraron nuestras bolsas de basura. Todo el campus estaba lleno de seguridad. Otro evento memorable fue cuando vinieron las Juventudes Socialistas de toda Europa. Acamparon debajo del Rectorado y por todo el campus. Habían puesto una cafetería donde después estuvo el bazar, y cada mañana nos pasaban café y pastas típicas (esto fue en el año 87-88).
Cuando estábamos arriba, antes de la reforma, compartíamos hasta la luz con Agrónomos y, si había un bajón de tensión, teníamos que apretar un botón para restaurarla. Tuvimos otro intento de atraco, esta vez con una jeringuilla, aunque no llegó a nada, y siempre agradecemos la protección que nos brinda seguridad.
Un detalle especial ocurrió durante el 40 aniversario de la Universidad, cuando todos celebramos juntos en el Ágora, cerrando incluso los negocios. Fueron tiempos bonitos, llenos de calidez y cercanía, que ya no volverán. Ahora todo se siente más impersonal y frío, al menos así lo sentimos nosotras.

M.ª José P. y M.ª José S. delante de la entrada a la peluquería