Prólogo

Decía el fotógrafo Jürgen Schadeberg, doctor “honoris causa” por la Universitat Politècnica de València, que la fotografía genera un recuerdo imborrable en nuestra memoria y que, de alguna manera, solo la fotografía “tiene la peculiaridad de evocarnos sentimientos distintos según nuestro momento vital”.
También las instituciones, con el transcurso de los años, producen sus recuerdos que permanecen vivos en nuestra memoria, y que hay que saber leer y contextualizar de acuerdo con el tiempo en el que sucedieron.
Por su naturaleza, la institución universitaria, al igual que el ser humano, evoluciona transitando a través de distintas etapas, algunas de ellas singulares que explican lo que somos, que nos pueden ayudar a orientarnos hacia lo que queremos ser, y en las que se dan cita personas y oportunidades que conformarán los años venideros.
El libro “Memoria viva” aspira a recuperar y poner en valor un período que fue fundamental para hacer posible la institución de la que hoy día gozamos, y que es en muchos aspectos una de las universidades a la vanguardia del sistema de educación superior español. “Memoria viva” es una interesante recopilación de hechos e imágenes, pero, sobre todo, de historias contadas en primera persona por los protagonistas de una época fascinante y brillante para la UPV. Abarca un periodo que comienza en 1986, en el que la universidad cumple 18 años, recién cumplida su mayoría de edad como dirían algunos, y que termina en 2004, transformada en una universidad internacional, innovadora, emprendedora y comprometida con su entorno. Una institución capaz no solo de formar excelentes profesionales, sino de acompañarlos en la construcción de su proyecto vital, que alberga investigación de excelencia, de impacto y de gran reconocimiento, que transfiere conocimiento y que colabora estrechamente con la empresa.
Pero todo esto solo fue posible porque, al igual que en las mejores orquestas del mundo, contó con la batuta de un excelente director de orquesta que fue capaz de crear las condiciones necesarias y de aprovechar las oportunidades a su
alcance para que unos brillantes músicos pudiesen desarrollar todo su potencial.
Dejar hacer y facilitar el desarrollo de nuevas ideas, o ayudar a quien quería que la institución avanzara fueron, a mi parecer, fundamentos del liderazgo del profesor Justo Nieto en su etapa como rector. Demostró ser visionario e innovador, tomando decisiones para articular una docencia e investigación del máximo nivel y, al mismo tiempo, anticipándose en el desarrollo pleno de lo que más tarde se vino a llamar tercera misión universitaria. Una persona que ha sido para muchos de los que hemos trabajado con él nuestro maestro, de la que hemos podido aprender de su liderazgo y de su brillante concepción de la realidad. Le debemos en gran parte el posicionamiento de la UPV a nivel mundial, especialmente en Iberoamérica, la puesta en marcha del primer programa universitario de emprendimiento de nuestro país, la apuesta inequívoca por la innovación educativa, la creación de la Ciudad Politécnica de la Innovación o la promoción de estructuras capaces de hacer realidad la transferencia de conocimiento o la formación a lo largo de la vida. Todas ellas son solo algunas de las iniciativas que forman parte de su legado y, sin las cuales, la UPV de hoy en día no podría entenderse.
Es necesario mantener viva y fresca esa memoria, no perderla, y así poder inspirarse en ese periodo especial y brillante, y seguir siendo protagonistas del diseño y construcción de la universidad del futuro. No sabemos cómo será ese futuro, pero sí que la comunidad universitaria de la UPV quiere, puede y debe ser un actor plenamente participante en su construcción. Y no puedo dejar de añadir que mantener viva esa memoria es, además, la expresión máxima del agradecimiento que sentimos a todos aquellos compañeros y compañeras que, durante todos esos años hicieron posible esta gran universidad de la que la sociedad valenciana se siente tan orgullosa.