colabora Enrique Ballester Sarriás y Miguel Ángel Agustín
En la presentación del libro de Proyecto de Innovación Educativa (PIE) 1989-1990, el rector Justo Nieto decía:
“Se puede decir que el proceso de enseñar no es un proceso creativo, ni es un proceso heroico. Es, simplemente, un proceso de responsabilidad hacia los demás, de responsabilidad con la sociedad.
Todo lo que se enseña es sabido ya por muchos otros previamente. En general, todo lo que se enseña está investigado, probado y experimentado muchos años ha, y sus leyes, modelos y demostraciones, a veces tienen, ¡ay!, decenas o centenares de años. El profesor corre el riesgo de ser un monótono disco que repite y repite y repite algo que ya existe y existe y existe.
Las universidades son un lugar en el que, inexplicablemente, no existen controles de calidad que validen, en relación con los fines del producto que se elabora, la bondad del proceso productivo. Los fines son producir en el alumno, al final del proceso de formación de éste, una capacidad para entender, saber hacer y relacionar unas pocas variables de su tiempo futuro. Variables (concepto) y metodología que han de estar en función de las exigencias y características de una sociedad moderna.
Por ello, la iniciativa de la Universidad Politécnica de Valencia de poner en marcha el Plan de Innovación Educativa, el PIE, es de las acciones más lúcidas y serias que se hayan hecho nunca en este sentido. Debemos conseguir que el PIE sea la actuación fundamental alrededor del cual oscile la docencia de esta Universidad. Mis felicitaciones a los pioneros que han recorrido los primeros pasos por este camino”.
Y al año siguiente, en la presentación del PIE 1990-91, insistía:
“Si la adversidad, las dificultades hacen crecerse a los seres humanos, podríamos encontrar, en las vicisitudes que ha tenido, y tiene, el desarrollo del Plan de Innovación Educativa (PIE) de la Universidad Politécnica de Valencia, al más fiel paradigma de esta afirmación.
La innovación educativa consiste simplemente, para nosotros, en creer que es posible racionalizar las enseñanzas universitarias, concepto y método, en la situación actual, problema común por demás en la Universidad Española.
El coste económico es enorme. El aparcamiento de miles de jóvenes (el 80 % de nuestros estudiantes tarda un 50 % más de tiempo en terminar la carrera que marca su plan de estudios) tiene además un coste ético y social muy elevado, unido esto a una formación más próxima a la erudición y enciclopedismo que al saber hacer profesional.
Todo esto lo intenta resolver el PIE y los resultados que se han obtenido en estos pasados años y en los programas en marcha son francamente buenos.
Sin embargo, uno de los factores más importantes del éxito PIE, es la ilusión de las personas que intervienen en los programas que actualmente están en marcha, mucho más que los medios materiales puestos en juego, que han sido escasos.
Me gustaría prologar también el tercer programa PIE. Sería señal de que el PIE, la más lúcida reforma que nunca se haya hecho en la Universidad española sobre innovación educativa, (estoy convencido de ello), va adelante. En este caso, el tercer PIE deberá, además, recibir un impulso conceptual, pues ya ha demostrado su fe. En otro caso, todos habremos perdido”.
Los Proyectos de Innovación Educativa
Durante 1989, la Universidad Politécnica de Valencia afrontó dos grandes desafíos: la implementación de nuevos planes de estudio y la expansión hacia la proyección europea mediante programas de movilidad estudiantil. En este contexto de cambios, los alumnos se encontraban inmersos en programas que promovían una enseñanza magistral rígida, con contenidos y textos predefinidos para los exámenes, limitando la creatividad y la autoformación. Esta rigidez condujo a desmotivación estudiantil y altos índices de suspensos, prolongando la duración de los estudios de manera anómala. Para abordar estos problemas, era esencial reformar la enseñanza teórica predominante y escasamente experimental, orientándola hacia un enfoque práctico y experimental.
La situación justificaba la creación del Proyecto de Innovación Educativa (PIE), con el objetivo de modernizar la universidad. Este proyecto se desarrolló en tres fases: inicialmente se realizó un debate sobre las deficiencias del sistema educativo a través de seis mesas redondas; seguidamente, se formularon propuestas de mejora; y finalmente, estas propuestas fueron elevadas para su aprobación por la Junta de Gobierno de la UPV.
En junio de 1989, la Junta aprobó varias medidas dentro del documento PIE, destacando la adopción de una metodología de enseñanza-aprendizaje activa y crítica, enfocada en el “saber hacer”. Se reestructuraron los horarios y se estableció una evaluación continua del alumno basada en su dominio de técnicas y su capacidad de iniciativa. Además, se implementó un sistema para asegurar que los nuevos estudiantes ingresaran con la motivación y formación necesarias para alcanzar los objetivos académicos.
También se creó una comisión dedicada a mejorar y controlar la calidad del proceso educativo, encargada de desarrollar un sistema de control de calidad docente, proponer y estudiar la implementación del PIE en todos sus aspectos, y gestionar la asignación de recursos a proyectos específicos. Esta comisión también se encargaba de corregir cualquier desviación relacionada con el PIE.
Dicha comisión estaba constituida por miembros de los cuerpo académico, administrativo y estudiantil, asegurando una representación. La presidencia de la comisión estaba a cargo de la Excelentísima señora doña Marcela Miró Pérez, vicerrectora de Estudios y Alumnado, y del Excelentísimo señor don Francisco Javier Ramos Ramis, vicerrector de Ordenación Académica.
Los vocales incluían a figuras prominentes como el Ilustrísimo señor don Pedro Albertos Pérez, director del Departamento de Ingeniería de Sistemas, Computadores y Automática; el Ilustrísimo señor don Vicente Hernández García, decano de la Facultad de Informática; el Ilustrísimo señor don Jaime Llinares Galiana, director del Departamento de Física Aplicada; y el Ilustrísimo señor don Rafael Romero Villafranca, director del Departamento de Estadística e Investigación Operativa.
La comisión también contaba con la asistencia técnica del Ilustrísimo señor don Vicente Sanonofre Morales, director en funciones del Instituto de Ciencias de la Educación. En el soporte técnico y asesoría, estaban doña Amparo Fernández March y don José María Maiques, ambos técnicos superiores, junto con don José Luis Castillejo Brull, catedrático de Teoría de la Educación.
Además, la representación estudiantil estaba asegurada por doña Ana Conesa Cegarra de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos, don Fernando Segarra Orero de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial de Valencia, y don Augusto César Tauroni de la Escuela Universitaria de Informática
Finalmente, se decidió destinar recursos significativos para el desarrollo del PIE, proporcionando los materiales y la infraestructura necesarios, así como la formación del profesorado requerida. Este desarrollo se planteó como progresivo y aplicable a todo el proceso educativo de la universidad. Los presupuestos ordinarios y de inversiones de la UPV reflejaron este compromiso; como lo reflejó el presupuesto de 1989-90:
En el primer trimestre, se destinaron un total de 19.419.000 pesetas, divididas entre 2.612.000 pesetas para gastos corrientes (Capítulo II) y 16.807.000 pesetas para inversiones (Capítulo VI). Esta distribución de fondos se intensificó en los dos trimestres siguientes, con una asignación notablemente mayor que alcanzó los 90.828.000 pesetas, de las cuales 8.690.000 pesetas correspondieron a gastos corrientes y 82.138.000 pesetas a inversiones. El total anual acumulado ascendió a 110.247.000 pesetas, evidenciando el sólido respaldo económico que la Universidad proporcionó para fomentar la renovación pedagógica y metodológica a través de los PIE.
La formación docente de los profesores
En el contexto de la innovación educativa, el rector Nieto no olvidó la mejora pedagógica de los nuevos profesores.
La Universidad Politécnica de Valencia apostó firmemente por la innovación en las metodologías educativas y por la intensificación del uso de nuevas tecnologías de la información y comunicación en la enseñanza. Este compromiso se extendió al apoyo a los alumnos en los primeros cursos y a la introducción de mecanismos para la evaluación y mejora continua del rendimiento académico. La entrada en el discurso y en las políticas de la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) supuso una revalorización de la tarea de enseñar, otorgando un mejor valor y reconocimiento al rol del profesorado y su presencia dentro de las misiones sociales y formativas de la universidad.
En aquel entonces, se planteó un itinerario de formación docente especializado, diseñado para ofrecer diferentes grados de profundización y adaptarse a distintos intereses y circunstancias profesionales, sin perder de vista la visión de un programa de formación integrado.
La docencia de calidad, reconocida por su exigencia, complejidad y reto, demandó una preparación rigurosa de sus protagonistas. La formación y profesionalización de la función docente se estableció como la respuesta adecuada a esta exigencia de calidad y excelencia. Ser profesional de la docencia suponía poseer un conjunto de competencias que hacían eficiente su profesión.
Por ello, los programas de formación proporcionaron al profesorado la oportunidad de adquirir, asimilar y aplicar los conocimientos necesarios para un ejercicio profesional más eficiente y satisfactorio. Estas acciones formativas se organizaron en un plan de formación integrado e institucionalmente reconocido, cuya finalidad era facilitar al profesorado la adaptación a los cambios en concepciones y prácticas que se estaban viviendo y prepararles para la innovación y el desarrollo profesional continuado.
Este enfoque de formación del profesorado universitario en la Universidad Politécnica de Valencia reflejó la nueva realidad de la educación universitaria, que contemplaba cambios en la misión educadora de la universidad, así como los nuevos retos derivados del proceso de convergencia europea. La formación se centró en el aprendizaje de los estudiantes y fue orientada al desarrollo de competencias, buscando conjugar armónicamente la lógica de las necesidades de la institución, como organización que debía cambiar y aprender colectivamente, con la lógica de las necesidades individuales enraizadas en los problemas cotidianos relacionados con la práctica docente.


El rector Nieto con algunos profesores participantes en el Programa de Formación para la Docencia Universitaria